El aprecio creciente que vienen conquistando las músicas de África tiene en su proyección bailable uno de sus mejores aliados. Desde sus orígenes, muchos de los sonidos africanos han estado dirigidos al ocio y la fiesta en los ámbitos de la familia y los amigos. Así ha ocurrido desde el siglo pasado, pero quizá en esta primera década y media que ha transcurrido del siglo XXI es cuando las músicas de África han conquistado un lugar de preferencia en los gustos de los oyentes africanos y occidentales. Mucho ha ayudado el avance de las tecnologías para el rescate de grabaciones antiguas, también la mirada que muchos artistas de Europa y Estados Unidos han puesto en el caudal sonoro africano a la hora de trabajar con elementos propios de la música electrónica. En este nuevo programa de Semilla Negra vamos a recorrer algunas de las producciones que han modernizado la música del continente y también las grabaciones que artistas de primer nivel comercial han realizado en los últimos años con material extraído del acervo colectivo musical de los países africanos.
Quizá sean dos los factores más decisivos para comprender la efervescencia de África en músicas bailables: la enjundia del folklore del continente negro y la labor de rescate que se realiza gracias a las nuevas tecnologías. En el origen están algunos de los bailes más populares de África, desde ritmos ya clásicos como la rumba soukous de Congo, el afrobeat nigeriano, el highlife ghanés o el makossa de Camerún hasta renovados estilos bailables como el ritmo azonto que ahora triunfa en los clubes de Ghana, el mapouka y el bobaraba de Costa de Marfil o el yahooze y el galala de Nigeria. Hay incluso subgéneros musicales africanos que se han convertido en la revelación dentro y fuera del continente. Por ejemplo, el kwaito que en las calles de Sudáfrica ha evolucionado hasta un baile rompedor no apto para caderas acomodadas que Arthur Mafokate ya ha bautizado como hlokoloza y que el propio músico sudafricano define así: “Es un estilo híbrido surgido en los barrios urbanos de mi país, nuestra banda sonora”.
Junto a este aluvión de ritmos más o menos tradicionales, más o menos atados al acervo musical africano, las nuevas tecnologías ayudan mucho a la difusión de los sonidos bailables de continente. Si ya se da por cosa asumida que todos los nuevos dispositivos electrónicos permiten la grabación y producción ágil de música, en África la aparición de los ordenadores portátiles, incluso teléfonos de última generación con acceso a la red, ha permitido aumentar el volumen de producciones discográficas. Valgan dos ejemplos de épocas distantes: en 1999 el blues maliense Ali Farka Touré ya había aceptado el cargo de alcalde de su villa rural de Niafunké, al norte del país, apenas a tres horas de Tombuctú. Por este motivo, el músico rechazó la invitación de la discográfica británica World Circuit para grabar un nuevo disco en Londres, como Touré había hecho hasta ese momento. A cambio, el influyente guitarrista devolvió la invitación y provocó un cambio de rumbo: el nuevo álbum, que se llamaría Niafunké, sería grabado en su pueblo con un estudio portátil que fue trasladado por carretera al pueblo. Esa vía de producción sobre el terreno, gracias a las nuevas prestaciones de la tecnología, fue llevada al extremo una década después por la joven cantante marroquí Hindi Zahra, quien trabajó las diecisiete canciones de su primer álbum con un simple ordenador portátil en su apartamento de las afueras de París.
Cuestiones técnicas aparte, las músicas de África ya no están aisladas de las nuevas corrientes que triunfan en el planeta. Y entre los ritmos que arrasan en las pistas de baile está, por supuesto, el house. De aquel ritmo atlético que surgió a mediados de los años ochenta en Chicago, varios artistas africanos han hecho bandera para actualizar sus tradiciones sonoras con esta música llena de guiños electrónicos, samples de grabaciones añejas y unas prestaciones bailables que ya están fuera de cualquier duda razonable. Porque una cosa son los gustos y otra, indiscutible, la jerarquía del house electrónico como nueva banda sonora de las pistas de baile. Y Sudáfrica se ha convertido en el epicentro de la escena house africana con músicos como Black Coffee, Mafikizolo, Koyla o el novísimo talento Culoe de Song. En el gran país del cono sur otro nombre concita ahora la atención de público y medios: criado en el barrio de Tembisa, al norte de Johannesburgo, donde cada vecindario tiene formas propias de hacer house, el cantante Aero Manyelo ha sorprendido con house preñado de kwaito y drum´n´bass. “Aquí puedes disfrutar de diferentes tipos de house. Hay gente que quiere escuchar deep house, algunos música house más suave mientras que otros siguen prefiriendo el sonido de tambores originales no electrónicos. Y aquí hay house para todos”, explica Aero Manyelo en la presentación de su álbum Kasi Vibes en el que colaboran el popular DJ sudafricano de house Tira y la estrella actual de la música kwaito Big Nuz.
Nuestra selección sonora sobre las músicas bailables de África se alimenta de algunas de estas nuevas corrientes, pero también del trabajo de remezclas que han ampliado la proyección de artistas consagrados como Salif Keita, aquí en su alianza con el rapero británico Roots Manuva; Amadou & Mariam, con una remezcla de Aero Manyelo; Vieux Farka Touré, en una adaptación en clave dub de su canción Ana y, sorpresa, la remezcla que el DJ anglocanadiense Richie Hawtin hizo del clásico Yeke Yeke del griot guineano Mory Kanté. Suenan también clásicos con sabor africano como África, que el grupo norteamericano Toto grabó en 1982 y que ahora acaba de rediseñar el rapero Jay-Z. De su esposa, la diva del neo-soul Beyoncé, suena la que quizá sea su pieza más africana, End of time, por su cercanía a los ritmos de afrobeat y highlife más clásicos. DJ Mash ha reinventado Waka Waka sobre la voz chillona de la colombiana Shakira y Shrift completa el giro electrónico del griot malí Issa Bagayogo, gran defensor del sonido electrificado de la kora tradicional. Completamos excursión con una amplia representación de los nuevos artistas argelinos que mezclan el rai tradicional con nuevos recursos electrónicos y cerramos este vibrante viaje a los nuevos sonidos bailables de África con la versátil cantante marroquí Sophia Charaï y la canción que titula su trabajo más reciente, Pichu Pichu.
Carlos Fuentes (@delocotidianocf) es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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