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Notas de viaje sobre la política y la migración irregular en Senegal

Notas de viaje sobre la política y la migración irregular en Senegal
Mirando al mar. Imagen: © Hachero / Adobe Stock

Senegal es un país del África occidental con una población pequeña y un tamaño reducido (196 712 km2). Está formado por diversos grupos étnicos; en él, musulmanes, cristianos y animistas tienen la reputación histórica de haber convivido en perfecta armonía, lo que lo convierte en uno de los lugares más pacíficos y estables de todo el continente. Lo que sorprende hoy en día es quiénes conforman la vasta mayoría de la población: el 75 % de los dieciocho millones de habitantes tiene menos de treinta y cinco años, según un estudio de 2023 llevado a cabo por la Agencia Nacional de Estadística y Desarrollo (ANSD por sus siglas en francés). Esta generación joven ha desempeñado un papel fundamental en los eventos que han dado pie a las recientes elecciones presidenciales. Desde marzo de 2021 hasta marzo de 2024, el país estuvo al borde del caos debido a un proceso electoral tormentoso y sin precedentes, una migración irregular desbordada y una crisis socioeconómica general que asfixió a innumerables familias en el país. Se vulneraron derechos humanos básicos, lo que hizo que el mundo pusiera en entredicho la reputación del país en términos de democracia y de Estado de derecho.

En 2023, hombres, mujeres, personas mayores, jóvenes e incluso niños llenaron pateras desde diferentes puntos de toda la costa para dirigirse a las islas Canarias y escapar de las dificultades del país. La migración irregular no es algo nuevo en Senegal; no obstante, la última temporada fue una de las más mortíferas por la magnitud y por las formas en que la gente desafió al mar con sueños de una vida próspera que todavía no tienen garantizada.

Los jóvenes, en particular, pagaron un precio muy alto con sus vidas, cuando el galopante desempleo los empujó a abandonar sus comunidades de origen para emigrar y embarcarse en pateras como único método de transporte y de supervivencia. «La oscuridad en alta mar o las malas condiciones meteorológicas no los detienen en su anhelo por encontrar El Dorado», dice el Dr. Abdou Khadre Sanoko, un sociólogo radicado en Thiès (a 70 km de Dakar), donde se encuentra Fass Boye, un poblado pesquero que sigue lamentando la pérdida en el mar de cientos de sus seres queridos. «El desempleo y la pobreza han golpeado a las familias, haciendo muy difíciles sus condiciones de vida», prosigue. Lo mismo se observa en el norte del país. Para Mactar Ba, un pescador jubilado de Gandiol, un pueblo ubicado a 8 km de la región de Saint Louis, «muchos de estos migrantes son la esperanza para sus familias. Ven cómo sus madres, padres, esposas e hijos sufren constantemente para llegar a final de mes, y se toman esta situación como una carga personal y como una afrenta que deben lavar a ojos de sus vecinos y de la sociedad en general. Su deber es el de salvar a sus familias de la pobreza». Unos recuerdos anteriores de una visita que hice a las comunidades de Goxu Mbaac, una zona costera ubicada a 5 km de la frontera con Mauritania, confirman que los migrantes siempre sueñan con conseguir librar a sus familias del hambre. Si estas personas toman esta ruta, no es porque les apetezca viajar, sino porque quieren encontrar un trabajo y mejorar sus vidas.

Otro factor desencadenante que conviene resaltar es la inestabilidad del sector educativo en 2023, en particular, el cierre de la Université Cheikh Anta Diop a raíz de las protestas contra el anterior régimen presidencial. Este lugar de estudio es el hogar para muchos jóvenes que han preferido intentar aventurarse en otros horizontes para sobrevivir. El testimonio de este antiguo estudiante, Kéba Manga, confirma la situación: «Ya no vemos a muchos de nuestros camaradas. Se han ido todos. Lo han sacrificado todo; sin embargo, al final, este sacrificio solo los ha conducido al desempleo. Las consecuencias de un año académico paralizado es que muchos de nosotros migremos, en lugar de quedarnos en este país sin futuro». Muchos ignoran la realidad de la creencia que se ha construido en torno al concepto «Barça o barsaax» o, dicho de otro modo, «llegar a Barcelona o encontrar la muerte», mientras los supervivientes narran los traumas a los que se enfrentan al tratar de luchar contra las enfermedades, el hambre, la fatiga y otras dificultades del viaje.

Al otro lado del océano Atlántico, Las Palmas, en el punto de mira de los migrantes, se percibe como el puente entre Europa y África. Las costas de arena, las playas realmente fascinantes y el clima favorecen el turismo. Los migrantes aprovechan una zona de 3,5 km para dedicarse a una actividad lucrativa: la venta ambulante. Salvo algunos vendedores acreditados, los jóvenes van ofreciendo collares y toallas al primer turista que encuentran. Todos esperan regularizar su condición de residente antes de atreverse a ir a la Península. Las autoridades locales los ayudan en el proceso. «Aquí estamos en paz. Trabajamos y ganamos más de lo que podríamos ganar en nuestro país. Podemos apoyar económicamente a nuestras familias y hacemos que nuestros padres se sientan orgullosos de nosotros». Estas son las mismas palabras que todos los que he conocido pronuncian cuando les pregunto si han mejorado sus condiciones de vida. La cuestión que debe tratarse es la siguiente: ¿por qué el Gobierno español no facilita la obtención de visados para los migrantes, en lugar de ver cómo se juegan la vida en el mar? Tener dinero es uno de los requisitos para entrar legalmente por avión en el país. Se ha documentado que un asiento en una patera en dirección a las costas españolas cuesta, al menos, 400 000 francos. Es una cifra que los migrantes pagan cada vez que intentan dejar el país.

En 2020, el entonces opositor Ousmane Sonko, quien es ahora primer ministro, visitó los puertos pesqueros para concienciar a los pescadores acerca de la migración irregular. Utilizó el sentido de patriotismo para explicarles que no se puede dejar caer al país en manos de grupos de políticos que ignoran sus prioridades, otorgando licencias de pesca a extranjeros de manera desigual y, por ende, dificultando que los locales encuentren peces. Defendía que el sueño que tenían de labrarse un futuro en Europa podría ser un catalizador para quedarse en Senegal y prosperar. Si el nuevo Gobierno elegido mantiene su promesa de restaurar la economía ―en concreto, la industria pesquera― en beneficio de las personas, ambos lados podrían salir ganando. Sobre todo, esto haría que las personas no abandonasen el país y les permitiría ejercer sus derechos para desplazarse a otros países de manera legal.

Casa África ha venido trabajando durante tiempo para ser ese puente de diálogo entre España y el continente africano. El espacio que ofrece para reunir a expertos con experiencia de primera mano y a la diáspora es un punto de partida clave a la hora de encontrar medios para detener las muertes a ambos lados del océano Atlántico.

Artículo redactado por Borso Tall.

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