La idea de que la migración está estrechamente vinculada al desarrollo está muy extendida en el continente africano desde hace mucho tiempo.
La principal razón es que los emigrantes —tanto los que se trasladan de las zonas rurales a las urbanas como los que cruzan las fronteras— envían dinero a sus hogares para pagar casas, matrículas escolares, consultas en el hospital, bodas y funerales, por nombrar solo algunos usos.
Los académicos y los responsables políticos reconocen que dichos pagos superan con creces la ayuda al desarrollo. Tomemos un ejemplo: en Senegal, los pagos supusieron algo más del 10 % del PIB en 2017; y la ayuda exterior al desarrollo, algo más del 4 %.
En algunos países africanos, estos pagos representan más del 20 % del PIB.
Sobre el papel, los países africanos parecen estar a favor de la migración vinculada a los resultados del desarrollo. Un ejemplo es la Agenda 2063 de la Unión Africana, que considera la movilidad laboral una vía de desarrollo. Sin embargo, es a la hora de traducir estas políticas a la realidad cuando surge el auténtico desafío.
Por ejemplo, solo 33 países han firmado y apenas cuatro han ratificado el Protocolo de la Unión Africana sobre la libre circulación de personas, el derecho de residencia y el derecho de establecimiento.
En un estudio reciente, nos propusimos analizar esta contradicción. El artículo se basó en conversaciones con 20 entrevistados, entre los que se encontraban académicos, asesores políticos, consultores, funcionarios, defensores de la sociedad civil, un legislador y representantes de la Unión Africana (UA).
El estudio tenía por objeto examinar, identificar y comprender las normas migratorias africanas. Las normas son expectativas de comportamiento compartidas que guían las acciones dentro de contextos específicos. Pueden estar escritas en leyes y políticas o ser no escritas.
Tras revisar los documentos políticos y la literatura académica, así como algunos de nuestros trabajos anteriores, llegamos a ocho afirmaciones para reflejar las expectativas en torno a la migración africana. Una de ellas es que «la migración es esencial para el desarrollo».
En el presente artículo, esbozamos la prevalencia de esta idea en las políticas y en lo que dicen los expertos en migración. Aunque la mayoría de los especialistas con los que hablamos identificaron «migración y desarrollo» como una norma africana, existían tensiones sobre lo que esto significaba para distintas personas: los migrantes, las comunidades de acogida, los Gobiernos y otros actores.
Estas distintas expectativas obstaculizan el desarrollo a través de la migración y ponen fuera de alcance los objetivos políticos.
Destacamos cómo se entiende el desarrollo y revisamos las tres barreras que se interponen en su camino: las estrictas normas sobre visados, la resistencia a aceptar a los migrantes en las comunidades y la aversión de Europa a la migración procedente de África.
Más allá de los beneficios económicos
Las conexiones entre migración y desarrollo son parte fundamental del crecimiento de las sociedades y los medios de subsistencia africanos.
Muchas personas del continente ven la migración como una estrategia de subsistencia, que aporta pagos a nivel doméstico, además de contribuir con fondos a proyectos de desarrollo.
Los expertos a los que entrevistamos estaban de acuerdo con esta noción en general. Además, consideran que la migración ofrece algo más que beneficios económicos, ya que, por ejemplo, puede dar lugar a inversiones y transferencias de conocimientos en los sectores de la sanidad y la educación.
Los pagos sociales y políticos también pueden influir en el desarrollo personal y estatal.
Aunque más del 80 % de las personas con las que hablamos estaban de acuerdo en que el vínculo entre migración y desarrollo era importante, solo la mitad opinaba que fuese cierto para los responsables políticos del continente.
Esto se debe a que la relación entre migración y desarrollo no es tan sencilla. El desarrollo es complejo y no puede producirse a través de un único enfoque. La relación también se ve afectada por aspectos como los desequilibrios mundiales de poder o la corrupción.
Más allá de esto, encontramos tres barreras específicas al desarrollo a través de la migración:
- la movilidad restringida dentro de África,
- la resistencia a nivel comunitario,
- la preferencia de los políticos europeos por ver el desarrollo como herramienta para detener la migración hacia Europa.
Movilidad
A nivel continental, se han elaborado varias políticas para facilitar la movilidad. A pesar de ello, los países van rezagados a la hora de adoptar sus propias leyes con que poner en práctica las políticas.
Aunque los Estados africanos suelen hablar a favor de la migración, no siempre se traduce en oportunidades para que facilitarla.
Algunos Gobiernos preferirían evitar que emigren los ciudadanos más jóvenes y con un elevado nivel de estudios. Esta fuga de cerebros supone una pérdida de productividad, creatividad y mano de obra altamente cualificada.
Algunos países también tienen normas estrictas en materia de visados que se aplican a otros ciudadanos africanos, por ejemplo, Sudáfrica y Egipto. Dichas normas se justifican a menudo como medida para contrarrestar la competencia por los puestos de trabajo de los inmigrantes que llegan.
Se han producido algunos avances. Según el Informe sobre la apertura de visados en África de 2023, la proporción de viajes intraafricanos que necesitan un visado antes de la salida se redujo al 46 % en 2022, frente al 55 % en 2016.
A pesar de estas mejoras, la realidad es que sigue siendo difícil viajar para muchos emigrantes africanos, incluso dentro del continente. Los organismos estatales interponen numerosos obstáculos. Por ejemplo, la introducción en Kenia de una autorización electrónica de viaje para todos los viajeros anuló las anteriores exenciones de visado para Yibuti y Etiopía.
Resistencia a nivel comunitario
Está ampliamente aceptado que la movilidad se relaciona con la prosperidad económica (y, a su vez, con el desarrollo). Sin embargo, no siempre significa que los inmigrantes sean recibidos en una comunidad con los brazos abiertos.
Algunos líderes políticos son capaces de reconocer el potencial de desarrollo que aportan los inmigrantes y refugiados a la economía local. Dicho esto, los ciudadanos de las comunidades de acogida pueden percibir en las aspiraciones de los migrantes una amenaza para su propio desarrollo, probablemente cuando los primeros no tienen acceso a bienes públicos y se enfrentan a un alto coste de la vida.
Los líderes políticos populistas se apresuran a hablar de migrantes que compiten con los ciudadanos por los puestos de trabajo.
Existe una larga historia de hostilidad estatal y social hacia las comunidades de inmigrantes en África, y en otros lugares, sobre todo durante las recesiones económicas. Por ejemplo, en la tristemente célebre campaña «Ghana debe irse» («Ghana must Go») en Nigeria en 1983, más de dos millones de ghaneses fueron deportados del país.
También se produjeron expulsiones masivas de Ghana (1954 y 1969) y Costa de Marfil (1958). Más recientemente, los lazos diplomáticos entre Ghana y Nigeria volvieron a tensarse por presuntos malos tratos a los nigerianos en Ghana.
Interés de la UE en el «desarrollo para detener la migración»
Los responsables políticos africanos y europeos reconocen que la migración y el desarrollo están relacionados. No obstante, desde hace tiempo, los políticos europeos han mostrado cierta preferencia por entender el desarrollo como medio para detener la migración hacia Europa.
Prueba de ello puede encontrarse en el Fondo Fiduciario de Emergencia de la UE, destinado a frenar la migración irregular hacia Europa. En definitiva, esto ha dado a los fondos de desarrollo el objetivo político de detener la migración (en el erróneo supuesto de que contar con mejores oportunidades de trabajo en el país de origen retendrá ahí a la población).
También se hace cada vez más hincapié en ofrecer fondos para el desarrollo a cambio de la cooperación para devolver a los migrantes africanos desde Europa.
El acuerdo más reciente a nivel intercontinental, el Acuerdo de Samoa, subraya la idea de que
«la migración puede ser una fuente de prosperidad, innovación y desarrollo sostenible» (artículo 65).
Sin embargo, se hace hincapié en las medidas de retorno y reintegración como contribución integral al desarrollo de los países africanos.
En estas circunstancias, algunos países africanos han empezado a adoptar narrativas similares sobre migración y desarrollo.
De nuestra investigación, concluimos que existe un desajuste entre las actitudes sociales y políticas hacia la migración. Esta ambigüedad puede afectar negativamente a las condiciones en las que tiene lugar la movilidad.
La gobernanza en materia de migración en el continente debería reflejar la diversidad de actitudes. Es hora de que los responsables políticos asuman la función de garantizarlo.
Autoras: Franzisca Zanker y Amanda Bisong.
Artículo publicado originalmente en inglés por The Conversation y traducido al español por Casa África. Traducción: Ramsés Cabrera.
Imagen: By Kenneth Iwelumo – http://www.airliners.net/photo//1584486/L/, GFDL 1.2, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=21512144