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La (in)justicia tras el apartheid: ¿volveríamos a permitir una amnistía?

La (in)justicia tras el apartheid: ¿volveríamos a permitir una amnistía?
Imagen: johnhain en Pixabay

Viviane Ogou

CEO del Think-and-do Tank juvenil La Puerta de África

Si bien las amnistías a veces pueden ser necesarias para cambiar el statu quo, también pueden contribuir a la cultura de la impunidad, exacerbando y crucificando los conflictos

Ruanda y Sudáfrica llevan acaparando la atención mediática, académica y política durante tres décadas. La crueldad de su historia moderna y los reconocidos procesos de paz acumulan estudios, elogios y críticas, mientras enaltecen a dos de las grandes figuras negras: Paul Kagame y Nelson Mandela. Y aunque el consejero de la casa real Tembu ha ocupado más portadas que su homólogo tutsi, Ruanda ha llegado más lejos en el proceso de reconciliación, restaurando la convivencia y apartando la diferencia étnica. En el país mestizo, en cambio, se mantiene la segregación y la raza determina los ingresos y la calidad de vida asociada.

En este artículo analizaremos desde una perspectiva crítica uno de los elementos que difieren en ambos procesos de paz: la amnistía. Además, reflexionaremos sobre cómo ha podido influir en los procesos de reconciliación en ambos países.

EL DILEMA DE LA AMNISTÍA: ¿UN CAMINO NECESARIO?

En procesos de transición tras conflictos o dictaduras suele aparecer el mismo dilema: ¿debe hacerse justicia y llevar ante los tribunales a todo el que haya cometido un crimen? ¿O es más sensato asegurar una transición pacífica y una estabilidad, aún a costa de la responsabilidad individual?1 La decisión se toma en miras de poner fin al conflicto armado y asegurar la estabilidad a corto plazo. Sin embargo, esta realidad puede chocar con los objetivos de reconciliación a largo plazo al ser contradictorio a los factores que cohesionan: justicia, verdad, responsabilidad histórica y nuevas estructuras de poder2.

El apartheid empieza y termina con impunidad institucionalizada. Desde la llegada de los colonos se perpetuaron asesinatos masivos, esclavitud, desposesión de propiedades y limpiezas étnicas. La deshumanización de las personas negras y la completa impunidad en torno a ello derivó en la legalización del racismo. No es de extrañar, pues, que parte de la sociedad naturalizara la violencia contra las comunidades originarias y que archivara masacres como Sharpeville (1960) o Soweto (1976) a través de leyes3. El apartheid fue la burocratización de un proceso histórico de racismo estructural global y terminó con impunidad para sus perpetradores. Lo que podría haber sido un juicio a la colonización y restituciones de propiedad, se cerró con un acuerdo de partición del poder4 en el que los colonos mantenían el poder económico y la élite nativa conseguía visibilidad política.

LA EFECTIVIDAD DE LA JUSTICIA: LA COMISIÓN DE LA VERDAD VS. EL TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL

Tras las primeras elecciones libres, en 1994, el Congreso Nacional Africano creó la Comisión de Verdad y Reconciliación para escuchar los crímenes, publicar informes, hacer recomendaciones y amnistiar a cambio de “verdad”. Aproximadamente 20 000 víctimas declararon y hubo alrededor de 7000 demandas de amnistías, de las cuales se otorgaron a título individual 849 por considerarse crímenes políticos. Sin embargo, otros líderes se beneficiaron de amnistía general o huyeron del país. Pero ¿había otra opción?

Algo más al norte del continente, en Ruanda, décadas de violencia estructural y amnistías a episodios de masacres en 1963 y 1974 facilitaron la institucionalización de la violencia entre etnias. En 1990, la invasión del norte del país por los generales mayores Fred Rwygyema y Paul Kagame5 atrajo la atención internacional. En 1994, tras la muerte del presidente, la violencia escaló y dejó aproximadamente 800 000 muertes en 100 días, además de muchas otras víctimas de violaciones de derechos humanos6.

En este caso, sin embargo, el acuerdo de paz terminó con la imposición por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de un Tribunal Penal Internacional, persiguiendo a los oficiales de mayor rango. Al mismo tiempo, se dio inicio a tribunales semitradicionales: las cortes de Gacaca, que persiguieron más de 800 000 casos de diferentes grados de seriedad. No puede negarse la presencia de impunidad para los altos oficiales del lado vencedor, pero el alcance de la justicia fue mayor y diversos autores afirman que el país ha vivido un gran progreso restaurando una sociedad civil funcional y cohesionada y que no hay evidencia de discriminación institucional contra ninguna etnia, aunque aún existan conflictos intercomunitarios8.

¿VOLVERÍAMOS A PERMITIR UNA AMNISTÍA?

En Ruanda, los procesos judiciales a diferentes niveles facilitaron un proyecto de restauración de las relaciones sociales. Sin embargo, en Sudáfrica, la impunidad por los crímenes no solo perpetuó las estructuras de desigualdad en el país, sino que no ofreció ningún aliciente a Estados con historias similares como Estados Unidos o Australia para iniciar un proceso de reparación por la expropiación de tierras, los genocidios y los crímenes que acometieron (y siguen acometiendo) durante siglos. Mientras en Ruanda, a pesar de las contradicciones del proceso, hay una sociedad más o menos cohesionada, en Sudáfrica se mantiene la segregación, la discriminación sistémica y la violencia estructural. No se han dado procesos de reconocimiento y restitución que faciliten a las comunidades empobrecidas deshacerse de la desventaja histórica.

A modo de conclusión, podemos apuntar que, si bien las amnistías a veces pueden ser necesarias para cambiar el statu quo, también pueden contribuir a la cultura de la impunidad, exacerbando y crucificando los conflictos. Tanto el genocidio como el apartheid sucedieron a una cultura de impunidad, aunque solo en el caso de Ruanda, donde hubo juicios, se ha terminado con las bases mismas y se ha construido un país que avanza en conjunto. A la pregunta inicial, ¿volveríamos a permitir una amnistía? La respuesta es sí, probablemente sí. Juzgar y reparar los crímenes en Sudáfrica abriría las puertas al mismo proceso en otras partes del mundo, reflexionando sobre los fundamentos de sociedades que se han construido en base al empobrecimiento y la explotación de estas comunidades.

REFERENCIAS

Régine King, Isaie Nzeyimana, Anu Chakravarty (February 15, 2020) Why Rwanda is held up as a model for reconciliation, 26 years after genocide, CBC Radio.

1Louise Mallinder (2008) Amnesty, human rights and political transitions: Bringing the peace and justice divide. Portland, ME: Hart Publishing, pp. 17

2Aleyal M. Gross (2004) The Constitution, Reconciliation, and Transitional Justice: Lessons from South Africa and Israel, Standford Journal of International Law, 2004, Vol. 40, Issue 47, pp. 47-104

3 Op. Cited… Louise Mallinder, 2008, pp. 1-5

4 James L. Gibson (2002) Truth, Justice and Reconciliation: Judging the Fairness of Amnesty in South Africa, American Journal of Political Science, Jul., 2002, Vol. 46, No. 3, pp. 540-556

5 Thomas BRUDHOLM (2003) The Justice of Truth and Reconciliation, Hypatia, Vol. 18, No. 2, pp. 189-196

6PESKIN, Victor (2005) Beyond Victor’s Justice? The Challenge of Prosecuting the Winners at the International Criminal Tribunals for the Former Yugoslavia and Rwanda, Journal of Human Rights, Vol. 4, pp. 213-231

7BRANNIGAN, Augustine & JONES, Nicholas A. (2009) Genocide and the Legal Process in Rwanda, International Criminal Justice Review, Vol 19. No. 2, pp. 192-207

8 Op. Cited… Augustine Brannigan, 2009, pp. 193

Artículo redactado por Viviane Ogou.

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