Gabón despenalizó la homosexualidad hace apenas dos años. Malabo, abrazada a la ley penal de Vagos y Maleantes de 1954 respondió a través de su red de iglesias[1] y se declaró en luto oficial: una semana de ayuno seco. Claro, la normalización de las parejas no heterosexuales en el país vecino podría llegar a Guinea Ecuatorial por efecto contagio.
Las leyes de Camerún castigan con penas de prisión la homosexualidad. Sin embargo, diferentes organizaciones LGTBIQA+ están legalizadas y trabajan en la protección a las minorías sexuales. Y es más, un buen grupo de países africanos criminaliza las relaciones sentimentales consentidas entre personas del mismo sexo (Nigeria, Uganda, Kenia, Malawi, etc.), pero otros, y de manera creciente, avanzan en materia de igualdad (Sudáfrica, Botsuana, Santo Tomé y Príncipe, Angola, Benín, República del Congo, etc.). A Guinea Ecuatorial no le faltan referentes para salir de la debacle institucional que arrancó en 2019 con el anteproyecto de ley regulador de la prostitución y el derecho de los homosexuales en la República de Guinea Ecuatorial, draconiano en su articulado y réplica de la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, el último pulsito del franquismo a la sociedad española cinco años antes de su desmoronamiento.
Las iglesias están presionando. Proponen que Malabo se pronuncie. Sin embargo, Guinea Ecuatorial es un país excepcional: se rige por la rumorología. La población en su mayoría se alimenta de contenidos difundidos en las redes sociales gracias al auge del periodismo ciudadano. A través de las redes sociales y de la rumorología, más la conversión rápida de ciertas noticias en virales, se pueden predecir los deseos de la población. Uganda aprobó hace poco una ley que criminaliza la homosexualidad. La norma se recibió en Guinea Ecuatorial con alegría y los comentarios más virulentos se dedicaron a Occidente, culpable, no solo de la existencia de la homosexualidad, que también. Se rechaza su apoyo a grupos sociales que visibilizan a individuos que en ningún grupo étnico de Guinea Ecuatorial ostentan el estatus de personas, por lo que el reproche, para que llegue a las emociones, incide en la herida que dejó abierta el sistema esclavista y que se utiliza por conveniencia. Otra vez Occidente sometiendo a los poderes públicos de países africanos.
Occidente, independientemente de sus intervenciones para mal o para bien en cuestiones que afectan a África, nunca será bienvenido mientras las heridas de la colonización se mantengan abiertas por interés de los “gobernantes”, en muchos casos dictadores. En nombre de la “soberanía nacional”, la “no injerencia” y los “recuerdos del pasado colonial”, se seguirán ocultando problemas sociales que no se quieren resolver en nombre de una África romantizada. En respuesta a la presión occidental (y no a las organizaciones locales LGTBIQA+) sobre la necesidad de legislar para proteger los derechos humanos de las minorías sexuales, surgen dos posturas. La primera está enfocada en la degradación. “África tiene problemas más importantes que resolver”. La segunda eleva al continente a lo más alto: “En muchos pueblos africanos la tolerancia a la disidencia sexual es un hecho o quizás al menos lo era, hasta que la esclavitud importó la homofobia a través de la legislación colonial”.
En Guinea Ecuatorial, por citar un país concreto, la homofobia cultural (tradiciones étnicas) es más virulenta que la recogida en las leyes. En base a la jerarquía normativa, una ley de protección integral se impondría a las costumbres. Por lo tanto, las organizaciones de la sociedad civil reprimidas hasta ahora por los poderes públicos tendrían herramientas para ayudar a las familias, estafadas por las iglesias a cambio de terapias de conversión.
“África tiene problemas más importantes que resolver”. Es verdad, pero ¿por qué es legítimo priorizar la resolución de algunos problemas y postergar otros? ¿Quién confecciona la agenda que jerarquiza los problemas y con qué orden de importancia? ¿No es coherente empezar por la defensa de los derechos de los humanos y de las humanas? ¿El principio de igualdad estipulado en la Carta Africana sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos no reconoce a todas las personas el mismo valor?
Las instituciones occidentales publican informes todos los años sobre homofobia de Estado, pero en la mayoría de los países de África las costumbres gobiernan las vidas de la ciudadanía. Sostener que la homofobia llegó a África únicamente de manos de la colonización es equivalente a reconocer que Cristóbal Colón descubrió América. Los pueblos negros ya existían antes de la llegada de la esclavitud y se organizaban en base a la estratificación social, al patriarcado, a la democracia, a la misoginia, a la homofobia, a la solidaridad, etc., como la mayoría de los pueblos del mundo.
La población guineoecuatoriana, que no ha conocido la democracia, se alimenta del miedo y se rige por la paranoia de la sospecha. Un grupo excluido como la población LGTBIQA+ vive en su día a día atemorizado por los rumores. En cualquier momento la Presidencia de la República mandaría detener, encarcelar, desaparecer con más crudeza que nunca y la sociedad aplaudiría. El anteproyecto de ley pendiente de aprobación acecha: se puede aprobar rápidamente y sobre la marcha como la mayoría de las normas del país.
La necesidad de elaborar leyes integrales para la protección de las minorías sexuales consta en la agenda de la sociedad civil africana que trabaja en el sector. Es una pena que Occidente se lleve el protagonismo. Es una pena que el único interlocutor válido siga siendo el hombre blanco. Es una pena que la voz de Occidente reciba la rendición de cuentas en un continente independiente, oficialmente…
[1] La politología categoriza al régimen nacido tras el golpe de Estado de 1979 como totalitario con rasgos del nacionalcatolicismo español. Este último, dirigido por Francisco Franco, se legitimó con ayuda de la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas. Las iglesias cristianas (católica, protestante, evangélica, etc.,) y de origen étnico, más las Fuerzas Armadas, constituyen el sostén del régimen político que dirige el país desde hace 44 años.