La Unión Europea tiene ante sí un reto gigantesco: establecer con África una relación de confianza entre iguales mientras Estados Unidos, China y Rusia promueven alianzas y grandes inversiones que, en su caso, no nacen condicionadas por el fenómeno migratorio
Bruselas acogió los pasados 25 y 26 de octubre la presentación de la nueva cooperación que quiere establecer la Unión Europea con el mundo. La han llamado ‘Global Gateway’, una estrategia que persigue “impulsar vínculos inteligentes, limpios y seguros en los sectores digital, energético y del transporte, así como potenciar los sistemas de salud, educación e investigación en todo el mundo”. El hito inaugural de esta iniciativa fue el anuncio del paquete de inversión África-Europa, con anuncios de fondos cercanos a los 150 000 millones de euros.
La iniciativa es realmente ambiciosa. Hay proyectos de innovación digital, energía verde, colaboraciones directas con la Unión Africana en temas científicos, de Innovación, Desarrollo e Investigación (I+D+I), de resiliencia contra el cambio climático, además de proyectos concretos: desde plantas de biogás en Sudáfrica, Mozambique y Uganda a la construcción de un segundo aeropuerto en Yibuti, electrificación de áreas rurales en Madagascar, la construcción de un corredor logístico en Angola, proyectos de hidrógeno verde en Namibia o proyectos de protección forestal en República Democrática del Congo.
Uno de los proyectos estrella de esta nueva Global Gateway está en Mauritania. Y este viernes hemos acogido en Casa África la primera actividad del Consejo Empresarial España-África (después de su puesta de largo hace poco menos de un mes, también en la sede de la institución de diplomacia pública) que la CEOE ha ubicado en Canarias con el objeto de fomentar la mayor presencia de empresas españolas en África. Se trata de una ‘misión inversa’ que ha traído a Gran Canaria a media docena de empresarios mauritanos de sectores como la logística portuaria, las infraestructuras, el turismo y las nuevas tecnologías.
En mi intervención en la bienvenida al empresariado canario y mauritano participante en este encuentro, les recordé que Mauritania es un país vecino con el que existe un potencial enorme de colaboración en materia energética, precisamente la que la Unión Europea ha anunciado que quiere potenciar a través de la Global Gateway: la misma presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, compareció junto al presidente de la República Islámica de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, para anunciar una alianza que apoye la inversión en transición energética y la descarbonización de la economía mauritana mediante el desarrollo de industrias de hidrógeno verde. El propio presidente mauritano lo afirmó en esta puesta de largo: “El desarrollo a gran escala del hidrógeno verde puede ser un acelerador del crecimiento económico verde en África y Europa. Merece estar en el centro de la iniciativa Global Gateway”.
Las condiciones de nuestro país vecino para generar energías renovables (especialmente la solar y la eólica) que permitan producir hidrógeno verde que después hacer llegar a Europa es lo que los expertos llaman un win-win, donde todos ganamos. Y yo añadiría que es un campo en el que Canarias puede tener mucho que aportar: solo hace falta recordar que las universidades canarias son punteras a nivel nacional en el estudio del potencial del hidrógeno verde y que tanto los centros universitarios como el empresariado canario deberían empezar a explorar cómo aprovechar nuestra estratégica ubicación como puente y socio histórico y natural de los mauritanos. Las conexiones marítimas y aéreas son las adecuadas, y falta ahora empuje, presencia y audacia por parte de nuestro sector empresarial. Actos como el organizado por este Consejo Empresarial son un buen arranque.
Porque lo de que Europa anuncie estos grandes acuerdos con África, en este momento, es más que revelador. En términos geopolíticos, todos los movimientos de las grandes potencias reflejan cómo África está ocupando ahora mismo el centro del tablero estratégico global. Estados Unidos, Europa, China y Rusia han anunciado grandes iniciativas de colaboración, inversión y desarrollo.
En un estupendo análisis desde el Instituto Español de Estudios Estratégicos, Ignacio Fuente Cobo lo resume impecablemente: “la comunidad internacional comienza a comprender que África está llamada a desempeñar un papel importante no solo como potencial beneficiaria de acciones, sino también como proveedora de bienes públicos globales”.
La Global Gateway es la respuesta europea a la ‘Ruta de la Seda’ (Road and Belt, por su nombre inglés) que promueve desde hace años China y, a su vez, coincide con las medidas que desde Estados Unidos (después de varios años con una política africana casi inexistente) ha ido anunciando la administración Biden para África, como destinar 100 millones de dólares a una Iniciativa Jóvenes Líderes Africanos o para potenciar los acuerdos comerciales preferenciales (llamados AGOA).
Rusia, aunque quizás algo diezmada por la situación en Ucrania, no se ha quedado atrás y ha explotado todo lo que ha podido las debilidades europeas en África, especialmente en la región del Sahel, donde se ha posicionado con apoyo militar y económico a las Juntas Militares surgidas de los golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y, más recientemente, Níger. Precisamente el próximo miércoles, día 15, a las 19.00 horas, en Casa África, hablaremos con Elia Borrás, la única periodista española en Burkina Faso, de cómo la ciudadanía en estos países percibe a Europa, qué se respira y se siente en las calles sahelianas y, sobre todo, en qué medida la amenaza yihadista ha complicado esta relación.
Este es, de hecho, el enorme reto que tiene la Unión Europea al enfocar su relación con África. ¿Cómo plantear relaciones de igual a igual cuando hay dos elementos en juego, como son la amenaza yihadista y el fenómeno migratorio, que -por pura lógica de vecindad- Europa percibe que también le afectan y que no lo hacen (o no lo hacen tanto o al menos no tan directamente) como con Estados Unidos, China o Rusia?
El profesor Carlos Lopes, que durante varios años lideró desde la Unión Africana la interlocución con Europa, siempre sostenía que la “fijación” europea por el fenómeno migratorio condicionaba absolutamente la relación. Desde luego, no soy capaz de aportar la solución definitiva a esta realidad, pero sin duda que nuestra relación con los países africanos mejoraría si abriésemos la mano en la política de visados, apostásemos por la formación y la creación de multitud de proyectos de migración circular, intentáramos normalizar unos movimientos humanos que pueden y deben generar desarrollo y cosas buenas y, sobre todo, dejáramos de asumir que toda África quiere mudarse entre nosotros.
La Global Gateway que plantea la Comisión Europea puede ser un paso positivo para empezar a generar confianza y desarrollo, las dos patas esenciales para que realmente el modelo de cooperación con África pueda empezar a dar frutos y su juventud (como no ocurre en estos momentos, lamentablemente) empiece a tener expectativas que eviten que se juegue la vida en la mar a bordo de un cayuco.
Pero para esto es imprescindible que de verdad apostemos por mirar de una manera nueva al continente africano. Sin el paternalismo, la condescendencia y la perspectiva del palo y la zanahoria condicionadas al fenómeno migratorio. Sin creernos mejores. O lo hacemos así o Europa seguirá perdiendo relevancia, al menos en nuestro entorno de África occidental. Y perder relevancia no implica perder la capacidad de ‘atemperar’, ‘reducir’, ‘acotar’ o directamente frenar la salida de migrantes, sino que significa que directamente perdamos la capacidad de hacer negocios, de encontrar espacios en común, de generar este win-win del que les hablaba.
En el trabajo que les he mencionado del Instituto Español de Estudios Estratégicos, Fuentes Cobo lo concluye de manera brillante: “Una Europa envejecida, empobrecida por la guerra en Ucrania y amenazada por la decadencia, se enfrenta a una África joven, dinámica y en crecimiento. Europa necesita mano de obra que solo puede encontrar en el sur y busca conseguirla limitando la migración no controlada en beneficio de la movilidad profesional. Por su parte, África quiere abandonar la economía rentista, combatir la corrupción y la pobreza industrializándose a partir de sus recursos naturales y salir del subdesarrollo. Las prioridades no son las mismas, los intereses, puede que tampoco, pero unos y otros son fácilmente compatibles en beneficio de africanos y europeos”.
Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el día 10 de noviembre de 2023 en eldiario.es y en Kiosco Insular y el día 11 de noviembre de 2023 en Canarias7.