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El cantor perdido más querido de Burkina Faso

El cantor perdido más querido de Burkina Faso
Portada de un disco de Black son Man. Imagen: © Captura de pantalla de YouTube
Jaume Portell Cano

Jaume Portell

Periodista

Mon grand-père a raison d’avoir peur de notre monde d’aujourd’hui

Les difficultés des choses dit-on, on fait l’homme abandonner la foi

Tous les coups permis pour survivre

(Mi abuelo tiene razón al tener miedo de nuestro mundo actual

Se dice que las dificultades de las cosas hacen que el hombre abandone la fe

Todos los golpes están permitidos para sobrevivir)

Black So Man, ‘On s’en fout’

Burkina Faso es un país herido. En los años 80, los izquierdistas del mundo entero conocían a su líder más carismático, el revolucionario Thomas Sankara, aunque no supieran casi situar al territorio en el mapa. Seco, en el Sahel y sin salida al mar, el propio Sankara se encontró con los límites de la política durante sus cuatro años en el poder: sus ambiciones eran demasiado grandes para ser planteadas desde un país tan pequeño. Rápidamente los países vecinos y sus enemigos -internos y externos- movieron ficha para frenarle. Fue un duelo que acabó con su vida en 1987. Con Sankara convertido en mártir panafricanista, Burkina Faso volvió a un anonimato que solamente se ha roto en los últimos años. Ahora forma parte de un grupo selecto de países en África occidental con nombres distintos y un mismo apellido compuesto: asediado por los grupos yihadistas. El día a día en las ciudades, pese a todo, sigue en marcha al ritmo habitual: una flota inacabable de motos, vendedores con sus paradas, vendedores que caminan, vendedores ambulantes y una infinidad de comercios que venden productos importados. Puestos callejeros, bares y restaurantes que han conocido días mejores. En Burkina Faso, como en tantos países empobrecidos, son las mercancías -las personas que las cargan- las que persiguen a los compradores.

En un país asediado por los grupos yihadistas, los militares ganan peso como última defensa de la nación. En algunos territorios, se dice que el ejército actúa como ‘árbitro’ de la política. En otros -Egipto o Pakistán-, la comparación va un poco más allá con una broma más macabra: no son un país que tiene un ejército, se dice, sino un ejército que tiene un país. En Burkina Faso el debate tiene posibilidades. En las escuelas se enseñan los distintos periodos de la convulsa historia local: los periodos con gobierno militar tras un golpe de Estado se describen como ‘regímenes de excepción’ y el resto se describen como ‘constitucionales’. Hay más años ‘de excepción’ que con ‘constitución’, una ironía que genera una sonrisa amarga cuando es mencionada ante los maestros. Ahora hay un régimen ‘de transición’ liderado por militares. Ibrahim Traoré es su líder, tiene 35 años y, aunque figura que está de paso, su foto está por todas partes. Toda la solemnidad, la pompa de un nuevo poder, no esconde que todas las imágenes que vemos son repetidas. Lo revela la reacción de los burkineses escuchando las letras de un cantante llamado Black So Man.

“El sistema de los vampiros”

Kalé es una estudiante universitaria que comparte conmigo la primera de las canciones: “Creo que te gustará”, dice. Es la primera persona en revelarme la música de Bintogoma Traoré (conocido con el nombre artístico Black So Man), que ya me acompañará durante el resto del viaje. El simple hecho de escucharle generará unas cuantas conversaciones breves. En aeropuertos, en la calle o en restaurantes, cualquier burkinés puede reconocerle solamente escuchando un par de frases y el ritmo de su música. Las reacciones son, casi siempre, positivas respecto al cantante, con un punto de nostalgia: “Cuánta razón tenía, él sí que decía la verdad”, “Todavía estamos así”, “Así funcionan las cosas aquí”. Traoré nació en 1966 y se hizo famoso en el país en los años 90 por sus críticas al poder establecido del país. Blaise Compaoré, el militar que tumbó el régimen de Sankara, gobernaría durante 27 años con mano de hierro ante cualquier tipo de oposición. Periodistas como Norbert Zongo fueron asesinados a finales de los 90, y la voz de ‘Black So Man’ se convirtió en la banda sonora de los oprimidos en esa misma década. Compaoré, que llegó al poder diciendo que simplemente “rectificaría” algunas políticas de Sankara, aplicó las fórmulas económicas del consenso de Washington: devaluación, liberalización y privatización. En ‘On s’en fout’ («Qué más da»), Black So Man describía las consecuencias de esas políticas de la siguiente manera:

Ils ont dévalué le Franc CFA (Devaluaron el franco CFA)

Les travailleurs sont mal payés (Los trabajadores están mal pagados)

La santé n’est plus pour tous (La atención sanitaria ya no está al alcance de todos)

Les produits ont doublé de prix (El precio de los productos se ha duplicado)

El cantante describe la situación de los trabajadores en la economía ambulante, que deben lidiar con un día a día de supervivencia mientras ven cómo los poderosos conducen coches de lujo. Traoré describe a esas clases altas como estafadores, parte de un “Estado de vampiros convertidos en lobos rapaces”. Pese a todo, la familia que malvive durante el día se reúne por las noches e intenta divertirse comiendo y bebiendo. Este no es el único tema de denuncia de Black So Man, que en otra ocasión imaginó un juicio imaginario donde pedía explicaciones al jefe del Estado por el mal estado del país. Su fama sufriría un golpe casi fatal cuando apenas tenía 31 años.

En 1997, dos días después de un concierto en la capital, Uagadugú, Black So Man tuvo un accidente de coche que le dejó parapléjico. Nunca se recuperó del todo de las heridas y acabó muriendo en Costa de Marfil en 2002. Tenía solamente 36 años, y desde su muerte han surgido teorías de conspiración de todo tipo. Algunos miembros de su familia no creen la versión oficial del accidente y creen que fue atacado por su activismo contra Compaoré. La cantante Adji, que era su mujer, y sus amigos confirman la tesis del accidente. El documental “L’ombre de Black” repasa la trayectoria vital del cantante que, más de dos décadas después de su muerte, sigue describiendo las penurias de los más humildes de Burkina Faso. En medio de los eslóganes soberanistas del nuevo gobierno, una noticia a finales de septiembre pasó desapercibida: el FMI prestará 302 millones de dólares de dólares a Burkina Faso a cambio de “consolidación fiscal”, el lenguaje que la institución utiliza para no usar la palabra “austeridad”.

O, como cantaba Black So Man en ‘On s’en fout’:

Privatisations à droite (Privatizaciones a derecha)

Compressions à gauche (Recortes a izquierda)

Escucha ésta y otras de sus canciones es esta lista que hemos creado en el canal de Casa África en Spotify: Black so man

Lista creada en el canal de Casa África en Spotify

Artículo de Jaume Portell.

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