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La oportunidad de una vida mejor en Sudán

La oportunidad de una vida mejor en Sudán
Debido al crecimiento demográfico, al éxodo rural a las ciudades y a los limitados recursos públicos, el Estado no alcanza a mantener suficientes escuelas, por lo que está contento cuando la Iglesia actúa en este ámbito. Imagen: Rita Willaert en Flickr
Debido al crecimiento demográfico, al éxodo rural a las ciudades y a los limitados recursos públicos, el Estado no alcanza a mantener suficientes escuelas, por lo que está contento cuando la Iglesia actúa en este ámbito. Imagen: Rita Willaert en Flickr

Matilde Latorre de Silva Sanz

“La solidaridad no es un sentimiento superficial, es empeñarse en el bien común”
Debido al crecimiento demográfico, al éxodo rural a las ciudades y a los limitados recursos públicos, el Estado no alcanza a mantener suficientes escuelas, por lo que está contento cuando la Iglesia actúa en este ámbito. Imagen: Rita Willaert en Flickr
Debido al crecimiento demográfico, al éxodo rural a las ciudades y a los limitados recursos públicos, el Estado no alcanza a mantener suficientes escuelas, por lo que está contento cuando la Iglesia actúa en este ámbito. Imagen: Rita Willaert en Flickr

Por Matilde Latorre. Polvo y casas de ladrillos de adobe hasta donde alcanza la vista. Las casas no se distinguen de la tierra sobre la que se asientan. Apenas hay árboles. La carretera que conduce de la capital sudanesa de Jartum hacia el norte resplandece por el calor abrasador. El termómetro marca 45 °C. En algún momento, el coche enfila un camino sin asfaltar y con profundos baches por el que llegamos a un poblado. Recién llegada a la escuela de San Kizito de Dar es-Salam, me saluda el padre Daniele en el patio de esta escuela nombrada así por el mártir más joven de Uganda. Este italiano pertenece al clero de la archidiócesis católica romana de Jartum y su dominio del árabe le posibilita la comunicación con las personas de su parroquia. Ha estudiado en el seminario mayor de Beirut y ya lleva más de diez años viviendo en Sudán.

Según asegura, nunca se ha arrepentido de venir a Sudán, pero también dice que «es un campo extremadamente duro el que labramos aquí». Esto guarda relación con las condiciones de vida de sus feligreses. Son personas totalmente desarraigadas. Los feligreses que tienen allí son, en su mayoría, personas procedentes de los Montes Nuba del sur de Sudán. Allí, su vida estaba marcada por los usos y costumbres de sus pueblos rurales, pero aquí, lejos de su lugar de origen, carecen de apoyos. Casi todos llegaron hace ya años a los alrededores de Jartum para buscar trabajo o para huir de los disturbios en su patria chica, pero, en la mayoría de los casos, solo pueden ganarse el sustento como jornaleros, lo cual repercute en la autoestima de los varones. Muchos vagan por la calle cuando están sin trabajo y otros muchos no trabajan nunca.

A diferencia de más del 90 % de los sudaneses, que son musulmanes suníes, los habitantes de los Montes Nuba son cristianos. Pero, como la fe cristiana no llegó hasta el siglo XIX a Sudán y todavía no ha arraigado profundamente, entre estos suelen coexistir la fe y las prácticas tribales. El padre Daniele hace lo imposible para que la iglesia sea hermosa y digna, pues sin duda es el espacio más hermoso en la vida de estas personas, que solo conocen sus cabañas y misérrimas casitas.

El padre Daniele se ocupa sobre todo de los niños y, en este sentido, la escuela parroquial es su instrumento más valioso. Muchos niños estarían todo el día deambulando por las calles si no acudieran a nuestra escuela porque sus padres no se ocupan de ellos. La mayoría no sabe lo que es recibir atención o incluso cariño, y mucho menos de los padres varones. Por esta razón, el padre Daniele quiere transmitirles a estos niños un sentimiento de autoestima. Quiere mostrarles que son personas respetadas, valiosas y amadas y, para ello, los escucha y muestra respeto por cada uno de ellos. Precisamente porque sus condiciones de vida son tan difíciles y porque sus familias son numerosas y pobres (ocho o más hijos no son la excepción), el párroco tiene sus esperanzas puestas en la escuela por muy humildes que sean sus recursos: sin educación, estos niños no tendrían la oportunidad de aspirar a una vida mejor.

De hecho, el sistema escolar es uno de los pilares de la pequeña iglesia católica en Sudán. Un responsable de la Iglesia, que no desea que se publique aquí su nombre, considera que el sistema escolar de la Iglesia es muy importante. «Con nuestras escuelas logramos que nos acepte la mayoría musulmana y, sobre todo, el Estado, que es estrictamente islámico. Debido al crecimiento demográfico, al éxodo rural a las ciudades y a los limitados recursos públicos, el Estado no alcanza a mantener suficientes escuelas, por lo que está contento cuando la Iglesia actúa en este ámbito. Nosotros, como Iglesia, gestionamos tan solo en la ciudad de Jartum casi veinte escuelas públicas, y casi siempre obtenemos permisos para abrir nuevas escuelas». A estos centros educativos acuden tanto cristianos como musulmanes. El responsable citado sabe que la calidad de las escuelas no es la mejor: «Apenas tenemos dinero para los maestros y los libros, y nuestros alumnos, tampoco». Pero nadie es rechazado por no poder pagar las tasas escolares. «Para los niños de las familias pobres, la escuela es la única forma de poner un poco de orden en sus vidas».

Artículo escrito por Matilde Latorre de Silva, coordinadora internacional de Our hearts for Africans.

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