A juzgar por las opiniones, informes y comentarios que surgen a diario, se diría que hay dos continentes africanos. Uno de ellos es la tierra de las oportunidades, con siete de las diez economías que más están creciendo en el mundo, y que ofrecen a los inversores un mundo de posibilidades. El otro continente, sin embargo, ofrece otra imagen: un continente hambriento y sin esperanza, pobre, corrupto y que es presa de los explotadores extranjeros.
Como africanos, estamos cansados de las caricaturas. Pero también estamos cansados de esperar. De esperar a que alguien nos guíe hacia el África que todos queremos ser: el África que puede y que debería ser. Conocemos la realidad africana, llena de posibilidades, dignidad y oportunidades, capaz de enfrentarse a los desafíos y de resolverlos desde dentro. No ha habido un tiempo más apropiado para que podamos darnos cuenta de nuestro potencial. Está a nuestro alcance.
Como científico que soy, siempre me intereso por los hechos. África es una tierra rica en recursos, la cual goza de uno de los crecimientos económicos más altos del planeta. Es el hogar de 200 millones de personas de entre 15 y 24 años. Y ha visto cómo la cantidad de inversiones extranjeras se ha triplicado desde la última década.
Como jefe de una institución que se encarga de las inversiones en el ámbito rural, sé que ustedes también necesitan visión e imaginación. En el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola hemos respaldado a los individuos más pobres y marginados del mundo, y una y otra vez esas inversiones han dado sus frutos. Para las personas, para las comunidades y para las sociedades. Y más de la mitad de la gente en la que invertimos son africanos.
Más de diez años han pasado desde la Declaración de Maputo en la que ustedes, como líderes africanos, se comprometieron a destinar por lo menos el 10 % de los presupuestos nacionales a agricultura y desarrollo rural, sectores clave en el camino para erradicar la pobreza, generar crecimiento inclusivo y reforzar la seguridad alimentaria y nutritiva.
Hoy, tan solo siete países han conseguido cumplir el compromiso establecido en Maputo de forma consistente, mientras que otros han dado pasos en la dirección correcta. Diez años es demasiado tiempo como para esperar. Yo he visto en menos tiempo cómo algunos proyectos transformaban el desierto en tierra fértil.
En unos días, en la 23ª Cumbre de la Unión Africana, me uniré a ustedes, líderes africanos, que se reunirán para discutir los objetivos en agricultura y seguridad alimentaria de este año.
[quote]Esta es mi propuesta: no se limiten a prometer el desarrollo, envíennoslo, hagan que se produzca ahora. Construyan un progreso concreto y real hacia inversiones que abarquen a todos los africanos. Inversiones que sean prioritarias para la gente en ámbitos rurales.[/quote]
Nuestro mayor recurso es la gente. Si desaprovechan esto, será peor que el despilfarro. Si no actuamos ahora, en 2030 África contará con el 80 % de las personas pobres del mundo. ¿Es este el legado que queremos dejar a las generaciones futuras?
La Unión Africana declaró el año 2014 como el año de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria. Y este es el año en el que miramos más allá de la finalización de los Objetivos del Milenio y miramos hacia un mundo con nuevos objetivos que alcanzar tras 2015. Espero que esto signifique que nos dedicaremos a tiempo completo a convertir la agricultura en una prioridad.
Cinco veces más efectivo
Se ha estimado que el crecimiento del PIB gracias a la agricultura es cinco veces más efectivo para reducir la pobreza que el crecimiento en cualquier otro sector, y en el caso de África subsahariana, hasta once veces más efectivo. Es irónico que sean los países que carecen de industrias extractivas lucrativas y que se han visto forzados a invertir en agricultura los que hayan descubierto lo que ahora es un secreto a voces: la agricultura no solo mejora la seguridad alimentaria sino que además genera riqueza.
Las pequeñas familias de granjeros que hay en algunas partes de nuestro continente contribuyen en hasta un 80 % a la producción de alimentos. Invertir en los ambientes rurales pobres es tan bueno para la economía como lo es para nuestra ética.
Un 60 % de nuestra gente depende total o parcialmente de la agricultura para su subsistencia, y la gran mayoría de ellos viven bajo el umbral de pobreza. No necesitan caridad ni donativos. Lo que necesitan es acceso a los mercados y a las finanzas, seguridad de que van a permanecer en sus tierras, conocimiento, tecnología y políticas que favorezcan a los pequeños granjeros y que les facilite el poder hacer negocios.
Un pequeño sector granjero en auge ayuda a la permanencia de gente joven que de otra manera se verían obligados a emigrar a ciudades superpobladas en las que se enfrentarían a un destino incierto. Invertir en agricultura no solo refuerza la seguridad alimentaria, sino la seguridad en general.
En un continente en el que 20 países son clasificados como frágiles y en el que 28 necesitan asistencia alimentaria, la necesidad por una transformación rural verdadera, respaldada por la inversión y no solo por palabras, resulta apremiante. Ya he dicho en numerosas ocasiones que las declaraciones no alimentan a la gente.
Las inversiones deben centrarse en pequeños granjeros propietarios. Las granjas pequeñas suponen un 80 % del total de la producción granjera en África subsahariana. Y contradiciendo la sabiduría convencional, las granjas pequeñas son muchas veces más productivas que las granjas grandes. Por ejemplo, las doscientas millones de granjas pequeñas de China cubren tan solo el 10 % de la tierra fértil para la agricultura a nivel mundial, pero producen el 20 % del alimento mundial. La granja africana media, sin embargo, está funcionando a tan solo el 40 % de su potencial.
Las tecnologías simples (como las semillas mejoradas, la irrigación y los fertilizantes) podrían triplicar la productividad, disparando el crecimiento transformacional en el sector agrario. Se estima que tan solo mediante la irrigación podría aumentar la producción en África hasta un 50 %.
Las áreas rurales también necesitan inversiones adecuadas en infraestructuras (carreteras, energía, instalaciones de almacenamiento y servicios sociales y financieros) y que se aprueben políticas respaldadas por estructuras gubernamentales apropiadas y que aseguren la inclusividad.
Si observamos a los países que han cumplido el compromiso de Maputo, veremos que invertir en agricultura funciona. Dado que la agricultura se ha convertido en algo lucrativo para los inversores privados, y que sobre el 60 % de la tierra cultivable disponible en el planeta se encuentra en África, no es de extrañar que oigamos hablar de la “acaparamiento de tierras”.
Las oportunidades atraen a los inversores extranjeros. No hay nada de malo en la inversión extranjera. Pero tiene que ser controlada para que todos se beneficien. Lo que es un misterio es por qué, con un potencial tan vasto y con una población tan joven esperando a poder explotarlo, nuestros líderes africanos no anuncian que redoblarán sus esfuerzos para conducir una transformación rural inclusiva, con compromisos concretos que convertirán Maputo en una realidad. Espero que tras la reunión de Malabo esto deje de ser un misterio.
Las economías africanas han crecido de manera impresionante. Pero es hora de dejar de centrarnos en los números del PIB para comenzar a fijarnos en la gente. La mayoría de nuestra gente está implicada en el sector agrario, y la negligencia en este sector debe parar para poder darnos cuenta del África en el que puede convertirse nuestro continente: el África saludable, pacífico y con seguridad alimentaria que sabemos que puede llegar a ser. Esto no es un sueño: es una responsabilidad.
Kanayo F. Nwanze es el presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario de Naciones Unidas. Nigeriano de nacimiento, ha sido miembro del Consejo para la Agenda Global en Seguridad Alimentaria del Foro Económico Mundial desde 2010 y en el pasado ha presidido este grupo.
[box]Este artículo se publicó por primera vez en The Africa Report y ha sido traducido al español por Casa África en colaboración con este diario. Traducción: Francisco Rebollo.[/box]
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