La brusca paralización de la agencia de cooperación estadounidense (USAID), con multitud de proyectos que llevaban años salvando vidas, puede tener efectos devastadores para África
El seísmo político que ha sacudido al mundo en las últimas semanas tiene su epicentro en Donald Trump. Un terremoto gigantesco, que se desató tan solo un día después de su toma de posesión, en lo que viene a ser su segunda etapa al frente de la Casa Blanca. No hay día en que los periódicos de todo el mundo no lleven a portada las decisiones que Trump ha ido tomando paulatinamente, en forma de órdenes ejecutivas y alentadas en redes sociales por el milmillonario Elon Musk.
Las más llamativas, sin duda, han sido la apertura de una nueva guerra de aranceles con China y con la Unión Europea, y la imposición de un acuerdo de paz en Ucrania. El movimiento en este caso no solo rehabilita y hace grandes concesiones a Rusia, sino que ningunea a Ucrania (con la que se cobrará los servicios prestados hasta ahora en forma de minerales críticos) y a la Unión Europea, que parece haber sido excluida de cualquier negociación.
Ahí es nada: el orden mundial está cambiando de forma acelerada en cuestión de semanas. El vicepresidente de Trump, J.D. Vance, viajó hasta Múnich para lanzar el mensaje, alto y claro, de que a la nueva administración estadounidense no le gusta cómo se gobierna Europa y que a partir de ahora tendrá que defenderse solita.
Me gustó una frase que el hasta hace pocas semanas Alto Representante para la Política Exterior de la UE, y ahora nuevo presidente de un think tank llamado CIDOB (Centro de Estudios y Documentación Internacional de Barcelona), Josep Borrell, empleó este pasado jueves durante una entrevista radiofónica: “lo que se está produciendo es un divorcio no consentido entre las dos orillas del Atlántico, un divorcio profundo e ideológico”.
Porque el divorcio propiciado por los norteamericanos pretende ir más allá y viene con sorpresa: el empeño de Trump, Vance y Musk de influir internamente y empujar a los partidos de extrema derecha a terminar con esta Europa demócrata, en acabar con todo lo que ellos llaman (en un término despectivo que se ha puesto de moda entre las derechas) woke y yo llamo, simplemente, progresista. Y no nos queda nada, puesto que, si en Europa hay un país que ellos consideran woke, con un presidente woke, es España. Así que ajústense los cinturones, porque esto no ha hecho más que empezar.
Pero lo que les vengo a contar hoy es que otra de las órdenes ejecutivas firmadas y ejecutadas por Trump más comentadas afecta especialmente a África, y a todo el sistema de cooperación internacional que mantenían los Estados Unidos: el desmantelamiento de USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
El proceso ha sido violento e implacable. Con el apoyo del magnate Elon Musk, quien calificó a USAID como una “organización criminal” y ordenó “meter en la trituradora” a la agencia, la administración Trump justificó su acción bajo acusaciones de corrupción y despilfarro. El ejemplo más gráfico que pusieron dio la vuelta al mundo: según el propio Trump, USAID habría enviado dinero a Gaza para comprar preservativos para Hamás.
La decisión de USAID vino también precedida de otra orden ejecutiva, una de las primeras que firmó tras tomar posesión, mandatando la salida del país de la Organización Mundial para la Salud (OMS), en una decisión con ecos negacionistas del Covid-19. La segunda vez que Trump tomaba esa decisión en menos de cinco años. El argumento, un gasto excesivo y descompensado respecto a países como China. Las consecuencias, que pasan por dejar a este organismo sin 500 millones de dólares al año, pueden ser impredecibles.
Obviamente, el apoyo de los seguidores de Trump y su ‘Make America Great Again’ a ambas medidas en redes sociales fueron entusiastas. Sobre el papel, decían que suprimir la USAID cortaba programas opacos que despilfarraban el dinero de los contribuyentes norteamericanos. En la práctica, la orden suprimió cualquier movimiento, gasto y acción de la agencia para evaluarla exhaustivamente, analizar programa por programa, durante los siguientes 90 días. Hizo incluso desaparecer la relación de programas de su página web y forzó a cualquier empleado de la Agencia a parar lo que estaba haciendo y, en muchísimos casos, hacer las maletas y regresar a casa tras verse súbitamente en el paro.
En el terreno, y concretamente en las personas beneficiarias por todo el mundo de la ayuda humanitaria americana, la desaparición de USAID ha tenido y está teniendo graves consecuencias. En África, el impacto es especialmente devastador.
Desde su creación en 1961 por John F. Kennedy, la USAID ha sido un pilar fundamental de la ayuda humanitaria y al desarrollo en más de 100 países. En África, su aportación ha sido especialmente significativa, con un flujo de fondos que superaba los 8.000 millones de dólares anuales para programas de salud, educación, agricultura y fomento de la democracia. Con la desaparición de esta fuente de apoyo, la capacidad de muchos gobiernos africanos para sostener servicios esenciales ha quedado gravemente comprometida.
Para muchos países, la cooperación estadounidense representaba una parte considerable de sus presupuestos nacionales. Nigeria, por ejemplo, recibía alrededor de 600 millones de dólares en asistencia sanitaria, lo que constituía más del 21% de su presupuesto en salud de 2023. Uganda dependía del llamado PEPFAR (Programa Presidencial de Emergencia para el Alivio del SIDA) para cubrir casi dos tercios de su programa de VIH. En Kenia, se estima que 54.000 trabajadores sanitarios podrían perder sus empleos. La asistencia estadounidense representaba el 15% del PIB en Sudán del Sur, el 6% en Somalia y el 4% en la República Centroafricana.
Más ejemplos: En Etiopía, nueve centros especializados en el tratamiento de traumas relacionados con conflictos han dejado de operar. En Mozambique, se han detenido diversos estudios para combatir la malaria. En Kenia, el corte en el acceso a los retrovirales para los afectados por el VIH ha conllevado un acaparamiento por parte de sectores privilegiados y un escandaloso aumento de los precios para acceder a ellos. Sudáfrica ha visto cancelados ensayos de vacunas contra el VIH, incluido el proyecto africano BRILLIANT. El golpe a la cooperación sanitaria amenaza con revertir décadas de avances en la lucha contra enfermedades como el VIH/SIDA. La interrupción de tratamientos y programas de prevención podría traducirse en un aumento de las tasas de infección y mortalidad, poniendo en riesgo millones de vidas.
Es muy fácil sumarse a las críticas a la antigua administración norteamericana y preguntarse qué hacía Estados Unidos subvencionando la distribución de medidas anticonceptivas en Uganda, pero precisamente eso es la esencia de la cooperación internacional: contribuir a que la salud global mejore.
El desmantelamiento de USAID ha sumido en la confusión y el temor a muchos países africanos, que confiaban en el mantenimiento de esos programas, especialmente los relacionados con su sector sanitario. La Casa Blanca está reformulando las reglas de la ayuda exterior estadounidense (muy posiblemente para directamente condicionarla a la obtención de materias primas, y si no, vean Ucrania) y las consecuencias de esta paralización de USAID se sentirán durante años.
Ante esta situación, África tiene la obligación de replantear su modelo de desarrollo al desaparecer de la ecuación el que sin duda era el mayor donante de ayuda humanitaria del planeta. Además de la OMS, ñas agencias de Naciones Unidas que recibían grandísimas aportaciones norteamericanas también están pendientes de cuánto descenderá su presupuesto global, entre ellas algunas tan conocidas como UNICEF (infancia) o el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La dependencia de la ayuda externa, pues, ya es insostenible y los países africanos deben asumir un papel protagonista en la construcción de su futuro y, por ello, de disponer de unos buenos pilares para la atención social y sanitaria de sus poblaciones. La industrialización, el comercio intra-africano y la consolidación de iniciativas como el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) son pasos clave en esta dirección, de los que hemos hablado en otros artículos precedentes.
Europa también debe reaccionar. La Unión Europea y otros donantes tradicionales tienen una oportunidad para fortalecer su cooperación con África y mitigar el impacto de la retirada estadounidense. Sin embargo, también es probable que el vacío dejado por USAID sea aprovechado por actores como China y Rusia, que ya han intensificado su presencia en el continente mediante la financiación de infraestructuras y la provisión de ayuda humanitaria.
El “terremoto Trump” ha sacudido las bases de la cooperación internacional y ha expuesto la fragilidad de un sistema que, hasta ahora, parecía inquebrantable. Las réplicas de esta decisión seguirán sintiéndose en África y en el mundo durante mucho tiempo.