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Las vidas negras importan. Del confinamiento a las plazas públicas

Las vidas negras importan. Del confinamiento a las plazas públicas
Ojalá un virus beneficioso e ideológico se propague y, con suerte, nos infecte, esperemos que sea el virus de una sociedad global alternativa que trabaje más allá de la figura del estado-nación para reconfigurarse a sí misma en términos de respeto y afecto. Imagen: Fernando Eguíluz Lekunberri
Ojalá un virus beneficioso e ideológico se propague y, con suerte, nos infecte, esperemos que sea el virus de una sociedad global alternativa que trabaje más allá de la figura del estado-nación para reconfigurarse a sí misma en términos de respeto y afecto. Imagen: Fernando Eguíluz Lekunberri

Gloria Godínez

Es una investigora y bailarina y coreógrafa cuyos trabajos de investigación están relacionados con la Teoría de la Danza y el Cuerpo
Ojalá un virus beneficioso e ideológico se propague y, con suerte, nos infecte, esperemos que sea el virus de una sociedad global alternativa que trabaje más allá de la figura del estado-nación para reconfigurarse a sí misma en términos de respeto y afecto. Imagen: Fernando Eguíluz Lekunberri
Ojalá un virus beneficioso e ideológico se propague y, con suerte, nos infecte, esperemos que sea el virus de una sociedad global alternativa que trabaje más allá de la figura del estado-nación para reconfigurarse a sí misma en términos de respeto y afecto. Imagen: Fernando Eguíluz Lekunberri

Por Gloria Godínez. Cuando comenzó el estado de emergencia sanitaria a principios de 2020 muchas veces nos preguntamos cómo fue que aceptamos meternos en casa y toleramos una vigilancia biopolítica tan rápido en prácticamente todo el mundo. La respuesta lógica y ética asomaba de inmediato, estamos pasando por un periodo de crisis global, la salud pública es prioridad y vale la pena pasar el periodo de cuarentena para cuidar de nuestra comunidad. Así pasamos muchas semanas en confinamiento, los cuerpos ralentizaron sus movimientos y, aparentemente, renunciamos a la acción pública, dejamos de salir a la calle en grupos numerosos, parecía que estábamos ausentes del espacio público. No hubo pánico, sólo silencio en las calles. Rebelarse se reveló inútil, así que nos detuvimos.

Entre muchísimos escenarios posibles, podríamos haber salido tarde, mucho tiempo después de lo previsto, acostumbrados al aislamiento, incorporando el terror a los otros, rechazando el contacto humano; por el contrario, podríamos haber salido con un inmenso deseo de abrazar, con un sentido de comunidad y solidaridad reforzado porque nos dimos cuenta lo importante que es vivir juntas, juntos. Sin embargo, fue otra situación límite la que prácticamente nos arrojó a las plazas públicas antes de lo esperado, los actos políticos frente a la violencia racial demuestran que la humanidad existe a la par que la capacidad y el derecho del convivio, pero estas reuniones demuestran igualmente que, por desgracia, la desigualdad, la discriminación y el racismo han sido y siguen siendo la norma histórica.

Nuestros cuerpos vulnerables son el principio de liberación y de tortura, somos cuerpos de la paradoja. El 25 de mayo en Mineápolis, Minesota, el asesinato de George Floyd, afroamericano de 46 años, a manos de un policía blanco que apoyó todo su peso en la rodilla sobre el cuello de Floyd hasta asfixiarlo fue tan crítico, tan urgente, tan enfermo, que las movilizaciones con el lema #blacklivesmatter[1], #lasvidasnegrasimportan no se hicieron esperar, cientos de personas con mascarillas y pancartas salieron a las calles de muchas ciudades del mundo.

#DíaDelRefugiado #ConLosRefugiados #NosotrosSomos #TodasLasVidasImportan
#DíaDelRefugiado #ConLosRefugiados #NosotrosSomos #TodasLasVidasImportan

Tal y como nos lo enseña la historia de los pueblos africanos y su diáspora, una situación más extrema que la pandemia por COVID19 ha existido desde hace cientos de años y ha venido a demostrar que el estado de emergencia no es la excepción sino la regla[2]. En palabras de Spike Lee, “el racismo ya era una pandemia global antes del coronavirus”[3].

No son nuevos los asesinatos a afroamericanos y mestizos en los Estados Unidos, esto ha estado sucediendo desde hace cuatrocientos años en los que el colonizador se ha puesto diferentes disfraces sadomasoquistas, el último vestido en el carnaval de la injusticia es el de agente de policía. El asombro de que algo así siga ocurriendo todavía en el siglo XXI, no nos sirve de nada, ya lo advertía Walter Benjamin[4] en el siglo xx, no es en absoluto filosófico, no genera ningún conocimiento, excepto que la noción de progreso de la humanidad y la libertad en los países civilizados que nos han querido hacer creer no se sostiene.

Los cuerpos abyectos de los afroamericanos han sido definidos históricamente por un criterio de exclusión entre el adentro y el afuera de una sociedad. Los y las indígenas, africanas y latinas han dado forma al marco y sostienen a las élites blancas del centro que se autodenominan sujetos. ¿Qué se puede hacer frente a este desplegado de cadáveres abyectos? ¿Por qué algunas muertes importan más que otras? Tal como lo propone Judith Butler[5], hay que “repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la dañabilidad, la interdependencia, la exposición y la persistencia corporal” entre muchos otros estados del cuerpo. Todo esto para aprender a vivir aquí, en la compañía de los cuerpos negros masacrados, ellos son los fantasmas que nos rodean y nos hacen vulnerables. Hay que realizar un trabajo de duelo y señalar que las vidas negras importan, subrayando con esta frase no un tono de piel, sino aquello que ha querido ser invisibilizado, a saber, el racismo estructural de nuestro mundo.

Hay que pensar de otra manera, hay que escribir de otra manera, hay que vivir de otra manera porque de lo contrario estaremos alimentando a la sombra de la raza, esa sombra que “siempre ha estado presente sobre el pensamiento y la práctica de las políticas occidentales”[6]. Tenemos que reconocer que no sólo estamos lidiando con amenazas virales, así como la pandemia, el racismo es una catástrofe, es una situación al límite y es intolerable, no hay mascarilla ni cuarentena que la frene. Por eso debemos cambiar, generación a generación, nuestra historia como humanidad. Esperemos que #blaclivesmatter sea mucho más que un hashtag, esperemos que sea viral, eso sí, que sea un virus beneficioso e ideológico que se propague y, con suerte, nos infecte, esperemos que sea el virus de una sociedad global alternativa que trabaje más allá de la figura del estado-nación para reconfigurarse a sí misma en términos de respeto y afecto.

Gloria Godínez. Investigadora independiente, coreógrafa y performer. Sitio Web



[1] https://blacklivesmatter.com/about/ organización global que fundada en 2013 tras el asesinato de Trayvon Martin de diecisiete años a manos de un vigilante de seguridad blanco quien disparó acusando al joven Martin por caminar sospechosamente. Entonces la activista Alicia Garza publicó en Facebook “Una nota de amor a la gente afroamericana”, que contenía el mensaje “nuestras vidas importan, las vidas negras importan”. El texto sentó las bases del movimiento Black Lives Matter.

[2] Walter Benjamin: “Tesis de filosofía de la historia” en Discursos Interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973, p. 182.

[4] W. Benjamin: Op. Cit.

[5] Judith Butler: Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Paidós, Ciudad de México, 2010, p. 15.

[6] Aquille Mbembe: Necropolítica, Melusina, Santa Cruz de Tenerife, 2011, p.22.

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