La COP28 hace que afloren estos días multitud de estudios y perspectivas sobre la realidad climática de nuestro planeta, algunas de ellas tan escalofriantes que deberían llamar al mundo a actuar de forma audaz, decidida y conjunta
A la espera de que empiecen a dar frutos los trabajos de negociación en la COP28, que se celebra estos días en Arabia Saudí, hemos aprovechado estos momentos de espera para seguir recopilando información sobre las múltiples vertientes desde las que puede observarse el impacto del cambio climático en África. En Casa África somos conscientes de la gravedad de la situación, hasta el punto de que hemos convertido el cambio climático y su impacto en el continente, desde innumerables vertientes, en uno de los pilares básicos de nuestro Plan Estratégico 2022-2024. Hoy nos hemos propuesto juntar unos cuantos de estos datos y mostrárselos.
Datos globales:
El año 2023 que estamos a punto de cerrar terminará como el más caluroso en todo el planeta desde que hay registros. De hecho, 2023 termina con una temperatura media de 1,4 grados por encima de las llamadas temperaturas preindustriales. Como bien saben, desde hace años se trabaja (o al menos se discute y se generan avances lentamente –uno de ellos, por ejemplo, fue el llamado Protocolo de Kioto-) en evitar que el calentamiento global provoque que se alcancen temperaturas de media 1,5 grados superior a las temperaturas preindustriales. Estamos, por lo tanto, a una décima del objetivo al que no deberíamos llegar, ese en el que ya los efectos del calentamiento global empiezan a tomar la dimensión de catástrofe.
Lo más grave es que, pese a tantos compromisos y amenazas, la actividad del hombre en la tierra sigue contaminando más que nunca. Las emisiones mundiales derivadas del uso de combustibles fósiles van a ser este año un 1,1 % superiores a las de 2022. Se prevé cerrar 2023 con 36,8 gigatoneladas de dióxido de carbono derivados de la quema de combustibles fósiles. A las emisiones hay que sumarles el impacto que genera la deforestación, puesto que con cada árbol que se pierde disminuye la cantidad de CO2 que puede ser absorbido. El cálculo que se hace este año (los datos son de un informe llamado Global Carbon Budget, que lleva 18 años realizándose) es que la deforestación suma 4,1 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Brasil, Indonesia y la República Democrática del Congo son los países donde la deforestación afecta más al clima del planeta.
Los cálculos que hacen los expertos, de mantenerse y no reducirse de forma radical el volumen de emisiones, es que, en unos 7 años, es decir, en 2031, ya habremos alcanzado la cifra de los 1,5 grados de temperatura superior a los niveles preindustriales que les mencionaba. En un cálculo proveniente del mismo informe científico, se habla del 2051 como el año en que el planeta superará los dos grados de incremento. Y dos grados ya son palabras mayores, con zonas del planeta completamente inhabitables y un escenario de grave peligro para el mundo, que forzaría movimientos masivos de población e inestabilidad en todos los frentes.
Para mantenernos por debajo de los 1,5 grados, el mundo necesitaría a corto plazo (en solo 7 años) una reducción de las emisiones contaminantes de hasta un 43 %. Más a medio plazo, en los próximos 30 años, se debería reducir la explotación y quema de carbón en un 95 %, del petróleo en un 60 % y del gas en un 40 %. Con estas cifras, y teniendo en cuenta que en un escenario de llamadas a la reducción hemos crecido en emisiones un 1,1 % en un año, imaginen el esfuerzo y voluntad política que son necesarios para realmente reducir de forma drástica el impacto en el clima. Por eso es tan importante la COP, el único foro donde realmente se puede avanzar en esto.
Obviamente, cualquier alusión a cambios drásticos de paradigmas energéticos y reducción del uso de hidrocarburos genera reticencias y pone en alerta a quienes están ganando mucho (muchísimo) dinero con el carbón, el petróleo, el gas, o están talando árboles a mansalva por todo el mundo. El dato que más me ha sorprendido estos días es que en las reuniones de la COP28 hay acreditadas más de 2500 personas vinculadas a empresas de esos sectores, es decir, lobistas que persiguen defender sus intereses. Hay más lobistas acreditados que personas vinculadas a ONG de temática climática. Y recuerden que el gran jefe de esta COP28 es de un país que ha amasado su enorme fortuna a base de petróleo. Este es un mundo de contradicciones, y con ellas debemos aprender a avanzar.
¿Contaminar desde la cocina?
Más allá de las grandes decisiones en la explotación de los hidrocarburos, no somos conscientes, y especialmente este es un tema que afecta con intensidad al continente africano, del brutal impacto que tiene en el calentamiento global una cosa tan simple como preparar cada día la comida. Hoy en día, cerca de mil millones de africanos (es decir, cuatro de cada cinco) cocinan su comida diaria en fogatas o estufas básicas.
Unos 2000 millones de personas en el mundo (la mitad en África) destinan desde sus hogares entre cuatro y cinco horas diarias en buscar leña, preparar el fuego y cocinar, perdiendo oportunidades de educación y trabajo y sufriendo graves complicaciones de salud, de las que ahora hablaremos. Las mujeres y las niñas son, por mucho, las más afectadas.
En un artículo que firma el máximo responsable del Banco Africano de Desarrollo (el sr. Adesina) se explica que con el dinero que las economías ricas de este planeta se gastan en café en una semana se podría conseguir, en el plazo de un año y a través de la fabricación, venta y distribución de estufas y cocinas seguras por todo el planeta, una reducción de las emisiones globales de dióxido de carbono de hasta 1500 millones de toneladas, la misma cantidad generada por todos los aviones y barcos en la actualidad.
Como ven, este es un ejemplo de que con actuaciones que relativamente tienen un coste asequible se podrían hacer grandes avances contra el cambio climático. Pero hacen falta decisiones audaces, con gran consenso político y una apuesta decidida por la solidaridad.
Cambio climático y salud pública
Porque otro de los impactos directos del cambio climático en los que debemos fijarnos es precisamente en sus consecuencias en la salud pública, especialmente por el impacto de la contaminación. En África, las fuentes de contaminación atmosférica y las emisiones causantes del cambio climático coinciden: incluyen los combustibles utilizados para cocinar, el transporte, la generación de energía y las industrias, la agricultura y la gestión de residuos.
Al quemar leña sobre estufas básicas durante horas al día en espacios cerrados mal ventilados, millones de mujeres africanas inhalan gases tóxicos nocivos y humo de carbón, leña, desechos agrícolas y estiércol animal. Como tal, la falta de cocina limpia contribuye a 3,7 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo.
En 2019, la contaminación del aire causó 1,1 millones de muertes prematuras en el continente. Las muertes se produjeron principalmente por cocinar con leña y carbón vegetal (casi 700 000 muertes prematuras) y por la mala calidad del aire exterior (casi 400 000). La contaminación atmosférica, además, afecta especialmente a los niños. Alrededor del 56 % de las muertes infantiles relacionadas con la contaminación atmosférica se producen en África (383 000).
Una de las soluciones más realistas es impulsar con intensidad el despliegue de las energías eléctricas, convertir la electricidad en la fuente primaria con la que cocinar. En África, como imaginarán por la extensión del territorio y la necesidad de generar sistemas aislados, la solución pasa por apuestas renovables.
Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el 8 de diciembre de 2023 en eldiario.es y el 9 de diciembre de 2023 en Kiosco Insular y en Canarias7.