En Nairobi (Kenia) se ha vivido estos días el primer encuentro específicamente organizado por la Unión Africana y apadrinado por la ONU para que los países desarrollados se comprometan a compensar al continente africano, que está sufriendo un calentamiento que no ha causado.
La capital de Kenia, Nairobi, vivió entre estos pasados lunes y miércoles (del 4 al 6 de septiembre) un foro internacional con gran presencia de jefes de Estado, autoridades de instituciones internacionales y expertos, africanos y de todo el mundo, convocados por el secretario general de Naciones Unidas para debatir y adoptar decisiones, por primera vez de forma específica, alrededor de un tema fundamental: el impacto del cambio climático en África.
La Cumbre sobre el Clima de África (Africa Climate Summit) ha terminado con la llamada Declaración de Nairobi, un documento que persigue, en mi opinión, conjurar a los países africanos a adoptar una clara e inequívoca postura conjunta ante el diagnóstico y las recetas de este grave problema, tener una sola voz con la que acudir con fuerza a la próxima Conferencia de las Partes, la COP 28 (que se celebrará en Dubái el 30 de noviembre de este año), que debe seguir apretando para que los países ricos aporten realmente el dinero que en las anteriores Conferencia de las Partes se han comprometido a aportar a África a modo de compensación (y que, tristemente, no han hecho).
Pasado el mes de agosto, volvemos a recuperar nuestro contacto semanal centrándonos en un aspecto al que hemos hecho referencia ya en muchas ocasiones, pero que creemos que debe difundirse y darse a conocer porque el impacto del cambio climático en África se ha erigido en un factor fundamental que afecta a cuestiones que nos atañen directamente: la seguridad, las migraciones y la estabilidad política de los países de nuestro entorno.
En este artículo de hoy me gustaría resumirles por qué es tan importante y fundamental que en toda esta conversación global sobre el cambio climático pongamos a África en el centro de todo (recordemos la ubicación geográfica de Canarias, sin ir más lejos) y entendamos la relevancia de que las promesas y acuerdos que se alcancen y anuncien no pueden quedar (lamentablemente, una vez más) en papel mojado.
El diagnóstico
La cifra la debemos tener grabada a fuego. Recuerdo haberla escrito decenas de veces. Oscila algunas décimas en función de la fuente, pero vamos a redondearla: África es causante de solo el 4 % de las emisiones de los gases que son los principales causantes del calentamiento global y es el continente que con mayor fiereza está recibiendo el impacto del cambio climático. Un informe presentado al inicio de esta cumbre deja clarísimo estas consecuencias:
- África se calienta más rápido que el resto del planeta. El continente lo hace a 0,3 grados Celsius por década, y el resto del planeta a 0,2 grados.
- El continente sufrió hasta 80 eventos meteorológicos extremos en 2022, que causaron 5000 muertes directas y más de 8500 millones de dólares en daños económicos. En la mente de todos están algunos ciclones que hemos visto sacudir el África oriental (recuerden el Idai, en 2019 en Mozambique) o terribles inundaciones por lluvias torrenciales que se llevan por delante lo poco que se había conseguido salvar después de largas sequías. Regiones en el Cuerno de África acumulan cinco sequías seguidas, sin agua en la habitual temporada de lluvias, lo que ha supuesto que más de 20 millones de personas sufran problemas de desnutrición. Un último dato al respecto: entre 2020 y 2022 hubo más inundaciones (con las muertes que estas conllevan) en África que las que tuvieron conjuntamente Europa y el norte de América.
- A consecuencia del calentamiento, la agricultura se ve resentida. Se ha vivido una caída de la producción de cereales a 33 millones de toneladas, un 10 % menos que el promedio de los cinco años anteriores.
Una estructura meteorológica deficiente…
África, además, parte de una base tremendamente injusta, y muy preocupante, que es su escasa capacidad de detectar estos fenómenos extremos, y por lo tanto de alertar previamente a su población y poder disponer de mecanismos de previsión. Las cifras en este indicador son, directamente, lamentables: mientras toda Europa cuenta con un total de 345 estaciones meteorológicas avanzadas (radares meteorológicos), el norte de América cuenta con 291, Asia con 200 o hasta 135 en Oceanía, pero en África… ¡solo existen 37! Hasta hace muy poco, esto nunca había sido considerado una prioridad. Por suerte, empieza a estar sobre la mesa la imperiosa necesidad de incrementar el número de estaciones para establecer un adecuado sistema de alerta temprana. Solo por poner un dato, que evidencia cómo un buen sistema de prevención salva vidas: el huracán Ida provocó menos de 100 muertes en Estados Unidos. El ciclón Idai, en Mozambique, más de 1000.
Cualquier iniciativa que se tome en África desde el punto de vista de la resiliencia al cambio climático irá coja si no existe una red que permita determinar dónde actuar en base a los datos eficientes que proporcionan estas estaciones y radares.
Una de las primeras iniciativas que propuse al empezar en Casa África fue reflexionar sobre la necesidad de un sistema de alerta temprana que conectase África con el sur de Europa, es decir, la península Ibérica, a similitud de la vigente Red meteorológica Iberoamericana. Hoy esta iniciativa (que debo confesar no tuvo eco favorable en instancias superiores) es un clamor de las organizaciones internacionales y empiezan a movilizarse medios para hacerla posible. La única comunidad española ubicada en área geográfica africana, Canarias, debería apadrinar con fortaleza esta iniciativa.
…Y una financiación escasa e insuficiente
Toda esta situación ocurre en un contexto en el que los países africanos se encuentran sin la capacidad financiera para hacer frente de la manera adecuada a estos constantes golpes que supone la emergencia climática. En función del país africano que sea, los cálculos de Naciones Unidas estiman que, en estos momentos, gastan entre el 5 % y el 15 % de su PIB para combatir el cambio climático.
Algunas instituciones hablan de 300 000 millones de dólares como la cifra necesaria en estos momentos para que África disponga de los medios necesarios para hacer frente a esta emergencia. Pues de esos 300 000, las estimaciones hablan de que, en la práctica, África no recibe más que un 12 % (unos 36 000 millones).
Otra de las barbaridades a las que los países africanos tienen que hacer frente es el impedimento de acceso al dinero. En estos momentos, los países africanos pagan entre un 5 y un 16 % por el dinero que después utilizan para hacer frente al cambio climático, mientras que los países ricos tienen tasas de interés cercanas a cero.
Un buen amigo de Casa África, el profesor originario de Guinea Bissau Carlos Lopes, autor de dos libros sobre la necesaria industrialización de África en nuestra Colección de Ensayo, ha estado estos días en Nairobi en todas las conversaciones de alto nivel sobre la financiación climática africana y ha sido precisamente el autor de un llamado ‘papel blanco’ de la Fundación Africana del Clima sobre las ‘Prioridades para una reforma equitativa del sistema financiero global’, cuyo subtítulo apunta directamente al objetivo prioritario de los africanos en esta cumbre: ‘Desbloqueando la inversión climática y el desarrollo sostenible en África’. En el continente donde en estos momentos vive el 20 % de la población mundial, solo se recibe el 3 % de las inversiones del sector energético, una desproporción que evidencia cuánto camino nos queda por recorrer.
A la cumbre asistió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien defendió el camino emprendido por los africanos de apostar directamente por las energías renovables y abogó por una fijación global a los precios del carbono que fomente la innovación, ponga un precio a la contaminación y desbloquee los ingresos que acabarán revirtiendo en la puesta en marcha de energías limpias.
Para terminar, me gustaría citar el discurso con el que William Ruto, presidente de Kenia, introdujo la lectura de la declaración de Nairobi: “La Cumbre del Clima de África es una demostración del compromiso colectivo e inquebrantable de los pueblos de África, con su visión de hacer de la primera casa de la humanidad una tierra de abundante potencial, oportunidades ilimitadas y la posibilidad de una prosperidad compartida”. Los africanos están reclamando al resto del mundo algo que es inequívocamente justo. Y permítanme insistir en que Canarias debe estar muy atenta a todo lo que está sucediendo. Ahora, insisto, es el momento para que las promesas de los países ricos no vuelvan a quedarse en eso, en pura palabrería bienintencionada.
Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el 7 de septiembre de 2023 en Kiosco Insular y el 9 de septiembre de 2023 en Canarias 7.