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El pasaporte de Guinea Ecuatorial en Camerún

El pasaporte de Guinea Ecuatorial en Camerún

Trifonia Melibea Obono

Escritora, periodista, politóloga, docente e investigadora sobre temas de mujer y género en África.

—La carta de identidad, por favor.

—¿El pasaporte? Por favor, lo que tengo es un pasaporte.

—Muy bien. Tú eres de Guinea Ecuatorial, ¿verdad?

A esta cuestión se responde lentamente, con docilidad.

A esta cuestión se responde entre dientes, después de tragar la saliva con pavor y evadir la mirada de interrogatorio, en respuesta a la solicitud de enemistad que se dibuja en el rostro del colectivo de agentes de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado de turno.

Las y los agentes prestan servicio público al otro lado: el servicio de seguridad aeroportuario, portuario, de alguna barrera de seguridad en las carreteras camerunesas. La piel de gallina es la compañía más grata de una persona guineoecuatoriana que visita Camerún, cuyas carreteras, desgarradas, acogen a personas, ciclomotores, taxis, vehículos privados, etc., en medio de un desorden letal.

Los establecimientos públicos y privados cameruneses acogen la fotografía juvenil del presidente Paul Biyá, de cuando tendría cuarenta y cinco años presuntamente, con una sonrisa que recuerda a la etnia fang, la suya, de origen inmortal, fama guerrera y cultura política de corte absolutista. El grupo étnico fang no solo es inmortal, le venció a la muerte en una guerra mítica, cuenta la historia, por lo tanto, la vejez, en la mente del pueblo, no le afecta al dirigente que durante cuarenta y un años gobierna Camerún, que presuntamente tiene al menos noventa años, y que camina, habla y gobierna con las dificultades de un octogenario.

A la inversa que Guinea Ecuatorial, el pueblo camerunés, al margen de los poderes públicos, ha enfocado el desarrollo en el camino aparentemente correcto. El sistema educativo fortificado disfruta de reconocimiento internacional y le acompaña el emprendimiento. Se espera poco del Estado, que a diario no se cita con su nombre. El pueblo lo ha apodado “el continente” —una forma de catalogarlo como fallido—, porque funciona en dodotis y la ciudadanía es consciente de que se responsabiliza de su propia vida. Todo el mundo emprende en algo para comer, y tanto que Camerún se ha convertido en un territorio de pequeñas y medianas empresas sobre la marcha.

“Allí está, es de Guinea Ecuatorial”. En francés, en inglés, y en tono despectivo, se señala a la población guineana, y con muy buenos recuerdos: la habitual caza de personas negras migrantes que inmortaliza la esclavitud negrera, más el abuso sexual en las comisarías de policía a mujeres camerunesas. Las jovencitas, especialmente, lo cuentan públicamente sin centrarse en los detalles. “Las guineoecuatorianas, en la cama, solo saben hacer el misionero, así te dicen los varones de Guinea Ecuatorial mientras te violan. Se creen que somos prostitutas, todas, y que les haremos milagros en la cama. Una camerunesa significa puta para ellos. Nos tienen como a mujeres exóticas”.

El miedo de que en Guinea Ecuatorial estalle una guerra civil en vista de la transición en el poder, no a la democracia, que está atravesando, la tienen presente, porque “las fronteras las vamos a cerrar. Ni agua ofreceremos”, se comenta a la mínima que, al abrir la boca, el francés con acento español deja en evidencia a una persona guineoecuatoriana.

El pasaporte de Guinea Ecuatorial, más que una solución, se convierte en un problema en territorio camerunés. “La población guineana es ingrata, de pasado y presente migratorio pero xenófoba, carente de valores, agarrada al petróleo… sabemos en qué barrios y universidades estudian sus descendientes y amantes del alcohol aquí en Camerún”. El discurso se reproduce en el mercado público, en los vehículos de transporte público, en los restaurantes, en los hoteles, en los aeropuertos, en los hospitales, etc.

Sin embargo, nunca se echa en falta a las personas agradables, las que saludan, las que, a la primera, se lanzan a presentarse. No lo hacen como camerunesas. Se enorgullecen de su cercanía con familiares y amistades del jefe de Estado guineoecuatoriano. Han residido en nuestro país nepotista: “En Guinea Ecuatorial no importa qué sabes, sino a quién conoces”.

Entre risas describen Guinea Ecuatorial, cuyo desarrollo humano se manifiesta en las carreteras asfaltadas y amigadas con el blanqueo de capitales, en las viviendas de construcción china en decadencia, en la mediocridad manifestada en la clase política, en el desmantelamiento de la herencia colonial y la historia, etc. Más de uno se burla mientras recuerda su estancia en la ciudad de Bata, cuando trabajaba en una constructora ya quebrada, y descubriera que los establecimientos ambulantes para desayunar y cenar estaban y están en manos de mujeres extranjeras, porque las guineoecuatorianas, ostentadoras de los cargos de esposas, no hacen más que consumir alcohol, frecuentar las peluquerías y esperar de los varones. “Este país necesita cultura emprendedora”, cierra otro compañero la conversación.

La imagen que se tiene de la población guineana en Camerún es la de individuos amantes del bienestar sin trabajo previo. A este estigma se añade el despilfarro y la irresponsabilidad, originado en hijas e hijos de la élite política, quienes viajan al país vecino en aviones de Estado para consumir “buen sexo”. Y saben diferenciar. Una persona guineoecuatoriana y decente se llama “española”.

Víctimas de la cultura del despilfarro elitista son las comerciantes guineoecuatorianas que compran en el país vecino para vender. De sus amistades camerunesas hablan maravillas: la buena relación termina en la frontera. Y nada más alcanzar Camerún les cobran comisiones en lo que invierten, porque lo tienen todo apalabrado con los vendedores mayoristas.

La paradoja de la abundancia vendida por la descendencia de la élite política ha transmitido al comercio camerunés que apenas se sabe sumar acá, que a la población guineana le falta picardía, la cultura del emprendimiento, y que es suficiente con llevarse bien con la élite política para proceder con impunidad. El pasaporte guineano es una cadena de estereotipos, estigmas y leyendas que anula al individuo que lo lleva consigo, para sustituirlo por la imagen que tiene Guinea en el país vecino, trabajada por la élite política que controla los poderes públicos.

Artículo de Trifonia Melibea Obono.

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