Por Luis Prados. Costa de Marfil vive un buen momento: el país goza de estabilidad política y tiene altas tasas de crecimiento económico. Cada vez parecen más lejanos los largos años de crisis política que tanto daño causaron al que fue durante varias décadas el escaparate de África Occidental. Durante diez años de estancamiento económico, las infraestructuras y las instituciones se deterioraron progresivamente. Desde el fin de la crisis poselectoral de 2011, Costa de Marfil no ha cesado de crecer bajo la dirección de un presidente empeñado en recuperar el tiempo perdido y deseoso de volver a colocar al país en el puesto que le corresponde dentro de la subregión, en el continente y en la escena internacional.
El Gobierno tiene objetivos claros y, aunque quedan muchos problemas por resolver, el país ha mejorado sensiblemente en todos los ámbitos durante los últimos años. Ahora mismo es la economía más dinámica de la subregión. Entre 2012 y 2015, el PIB creció a un ritmo de entre el 10,7% y el 7,5% y la tasa prevista para 2016 es del 8,4%. Con una superficie de 322.462 km2 y una población de casi 23 millones de personas (de las cuales el 25% son inmigrantes de países vecinos), la renta media es de 1.489 dólares por habitante y el PIB por habitante ha aumentado en términos reales un 25% entre 2012 y 2015.
En las elecciones del pasado 28 de octubre, el presidente Ouattara obtuvo una clara mayoría que le ha permitido iniciar su segundo mandato en un clima de estabilidad y con un gran respaldo para continuar su programa de reformas con la vista en el objetivo de hacer de Costa de Marfil un país emergente en 2020. Los grandes retos para este segundo mandato son, por un lado, continuar con la modernización y extensión de las infraestructuras y, por otro, hacer llegar a una parte más amplia de la población las ventajas de la bonanza económica.
En los últimos años, el Gobierno ha impulsado medidas que han mejorado el clima de negocios y han facilitado las inversiones extranjeras. En los años 2014 y 2015, fue una de las diez economías más reformistas del mundo: en el informe Doing Business 2016, que elabora el Banco Mundial, y que ha sido presentado recientemente en Madrid por Casa África, Costa de Marfil figura en el puesto 142, mientras que en 2013 ocupaba el puesto 177.
El Gobierno acaba de presentar el Plan Nacional de Desarrollo 2016-2020, que prevé una inversión de unos 44.000 millones de euros, de los cuales cerca del 60% vendría del sector privado. Los ámbitos identificados como prioritarios en el plan son, entre otros, la energía, los transportes, la educación, la salud, la agricultura, la minería, el saneamiento y la construcción. Ya en el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2015, el sector privado realizó una parte importante de las inversiones en ámbitos como las infraestructuras de transporte, las minas, la energía o la transformación de los productos agrícolas.
Para los próximos cinco años, el Gobierno se propone duplicar la capacidad de producción eléctrica hasta llegar a 4.000 MW en 2020, ampliar la red carreteras y la capacidad de los dos principales puertos (Abidjan y San Pedro) e incrementar sustancialmente el porcentaje de materias primas que son transformadas antes de su exportación. Costa de Marfil es el primer productor del mundo de cacao, acaba de convertirse en el primer productor del mundo de anacardo, por encima de la India, y se encuentra entre los principales productores de África y del mundo de café, algodón, piña y otros productos agrícolas. Tiene además un gran potencial minero, que está apenas explotado, con grandes reservas de oro, manganeso, níquel y diamantes. El cacao ha sido la base de la economía marfileña durante años, pero su cultivo no ha ido acompañado del desarrollo de una industria paralela: solo el 15% de la producción es transformada hoy en el país. El Gobierno se ha fijado el objetivo de llegar al 30% en los próximos años.
Los retos son enormes, pero el país cuenta con valiosas bazas para afrontarlos. El 60% de la población tiene menos de 24 años y se encuentra cada vez más formada gracias al crecimiento constante de la tasa de escolarización, que ha llegado en este año al 95%. La estabilidad política y la clara voluntad del Gobierno de favorecer el crecimiento, así como la estabilidad cambiaria (vinculación del franco CFA al euro) atraen la inversión extranjera y abren interesantes oportunidades de negocios. Por último, cabe mencionar que la caída de precios de muchos productos básicos no ha afectado a algunos de los más emblemáticos de Costa de Marfil, como el cacao, cuyo precio seguirá creciendo previsiblemente en los próximos años.
Luis Prados Covarrubias es embajador de España en Abidjan (Costa de Marfil). Anteriormente estuvo destinado en las representaciones diplomáticas españolas en Bolivia, México y Argentina. Fue jefe de área de México, Centroamérica y Países del Caribe, vocal asesor en el gabinete del secretario de Estado de Asuntos Exteriores, segundo jefe en la Embajada de España en El Líbano, consejero en la Embajada de España en el Reino Unido y dirigió el gabinete del director del Instituto Cervantes.
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