África es rica, en su potencial abundancia de minerales, en trabajadores cualificados, en nuevos negocios en auge y en biodiversidad. Su gente debería tener éxito y sus economías deberían prosperar, pero muchos de los que viven en los 48 países de África subsahariana siguen atrapados por la pobreza, mientras las personas de fuera del continente extraen gran parte de su riqueza. En 2019, los países de África recibieron 161.600 millones de dólares, en su mayoría mediante créditos, remesas de particulares y ayuda en forma de donaciones. Aun así, 203.000 millones salieron de África, tanto de manera directa (mediante la repatriación de los beneficios de las grandes corporaciones y el traslado ilegal de dinero fuera del continente, sobre todo) como indirecta, a causa de los costes que el resto del mundo impone por el cambio climático.
Los países africanos reciben aproximadamente 19.000 millones de dólares de ayudas mediante donaciones, pero más de tres veces ese importe (68.000 millones de dólares) escapa en fuga de capitales porque las compañías multinacionales manipulan de forma deliberada el valor de sus importaciones o exportaciones para pagar menos impuestos. El resto del mundo extrae los recursos de África de otras formas también, pero no existen cifras al respecto. Por ejemplo, las políticas comerciales dan como resultado que los bienes agrícolas sin procesar a menudo se exportan de países africanos para ser refinados en otros países, lo que causa que la mayor parte de su valor se obtenga fuera. Los números demuestran que el resto del mundo se beneficia de la riqueza del continente, más incluso que la mayoría de sus habitantes, pero los Gobiernos de los países ricos sencillamente cuentan a sus ciudadanos que los programas de cooperación están ayudando a África, aunque esto no sea más que una maniobra de distracción y un engaño. Los que aseguran que están ayudando a África necesitan replantearse su papel. Su prioridad debería ser no hacer daño, porque en la actualidad se está causando mucho daño. En particular, se siguen robando miles de millones a los ciudadanos africanos por las insuficientes medidas globales para reducir la evasión de impuestos. La segunda prioridad de las personas de fuera de África debería ser reconsiderar la ayuda para hacerla servir como reparación por la extracción continuada de riqueza y otros daños causados. La ayuda debería fijarse en relación con el daño causado y dejar de ser una cantidad arbitraria que los propios Gobiernos fijan en base a su ‘generosidad’. Además, la redistribución de la riqueza es importante para cualquier sociedad porque sirve para abordar las injusticias y garantizar que todo el mundo pueda vivir una vida digna. Uno de los problemas actuales de la ‘ayuda’ es que sitúa a los países occidentales en el papel de benevolentes benefactores que entregan su riqueza a los países pobres, pero la realidad demuestra todo lo contrario.
África no es pobre. Aunque muchas personas de África viven en la pobreza, el continente posee una riqueza considerable. Uno de los problemas principales es que el resto del mundo, sobre todo los países occidentales, extraen mucho más de lo que ingresan. Mientras tanto, impulsan modelos económicos que promueven la pobreza y la desigualdad, a menudo en connivencia con las élites africanas. El principal reto es desmantelar el sistema que extrae la riqueza de África. Para conseguirlo, hace falta que las organizaciones de la sociedad civil africana presionen para introducir cambios en sus países y que las organizaciones de la sociedad civil de los países de donde vienen las empresas permitan que se extraiga esta riqueza. Un lazo entre los países por el bien común y la justicia para con los países en vías de desarrollo. Las élites mundiales no tienen ningún interés personal en cambiar un sistema que les está beneficiando. Es crucial que las organizaciones de la sociedad civil hagan público el papel que desempeñan las empresas multinacionales y los Gobiernos de los países del norte en el empobrecimiento de África, y que intensifiquen el trabajo de elaboración de coaliciones que acaben con la evasión fiscal y con otras injustas transferencias de recursos fuera de África. Los Gobiernos africanos deben insistir a las empresas para que promuevan amplias políticas de corte local. Para que los países africanos puedan beneficiarse de la inversión extranjera, y conservar los beneficios potenciales de estas operaciones en cada país, tienen que insistir en que las empresas contraten y formen a un gran porcentaje de su plantilla con habitantes del país y que compren una gran parte de sus bienes y servicios en el ámbito nacional. Para conseguirlo, hace falta legislar e implementar la legislación, asegurar que las empresas respetan las leyes y no confiar en las promesas voluntarias de las empresas.
Artículo escrito por Matilde Latorre de Silva, coordinadora internacional de Our hearts for Africans.