Por José Naranjo (Dakar). A Elise Fitte-Duval (Martinica, 1967), premio Casa África 2011 de la Bienal de Fotografía de Bamako, le interesa, sobre todo, el ser humano. Sus imágenes están llenas de gente. Retratos, paisajes urbanos, vendedores de todo, personas que pasan delante de su objetivo, que viajan en bici o en autobús, bailarines que juegan a posturas imposibles. Gente por todos lados. Pero hay algo más, una línea de creación que define el trabajo de Fitte-Duval y que bascula entre dos ejes: la necesidad de contar una historia, de trasladar un mensaje, de que sus fotos sirvan para algo, pero también la huella sutil de su propia condición fronteriza, de su deambular entre varios mundos, entre Europa, África y el Caribe, entre el fotoperiodismo y el arte, entre el contenido y el continente, que confluyen en una mirada cálida y diferente sobre lo cotidiano.
Nacida en la isla francesa de Martinica, Elise Fitte-Duval creció en el seno de una familia de origen humilde. Ya desde pequeña se interesó por la creación y, tras terminar el Bachillerato, ingresó en la Escuela Regional de Artes Plásticas de Fort-de-France en su isla natal. Sin embargo, su primer salto mortal con tirabuzón fue París. “Tenía muchas ganas de viajar y eso casaba muy bien con la fotografía”, asegura. Y la capital francesa la sacudió. “Allí había gente de todos lados, es una ciudad muy cosmopolita. No me resultó difícil adaptarme”.
Tenía entonces 23 años y era una esponja. Además de la fotografía, su pasión, también pintaba y dibujaba. Y fue allí donde comenzó su inmersión en la danza. “Yo no he sido nunca bailarina, bueno, en París ingresé en un grupo de capoeira, pero no de manera profesional. De la danza me interesaba el cuerpo humano y el movimiento”, explica. Y Elise recorrió decenas de teatros y garajes, talleres y almacenes donde las compañías, grandes y pequeñas, llevaban a cabo sus ensayos. Porque era eso lo que la atraía, no los focos de la noche del estreno, sino el trabajo cotidiano, el sudor pegado a la camiseta, el esfuerzo y la superación.
Fue su matrimonio con un periodista camerunés que iba a participar en la creación del periódico Dakar Soir en Senegal lo que la trajo hasta África. Nuevo salto. Y el fotoperiodismo se convirtió en su trabajo. La agencia Panapress acababa de inaugurar un departamento de fotografía en Dakar y Elise desembarcó en él en el año 2001 como fotógrafa y editora. Aunque, según dice ella misma, “en realidad no me siento del todo fotoperiodista”.
[quote float=»right»]Creo que es de justicia retratar la vida cotidiana de los africanos. Fuera del continente existe una noción equivocada de que sólo tenemos violencia, pobreza o guerras».[/quote]
Dakar no es una urbe fácil. Como la propia Fitte-Duval asegura, es “una ciudad que me parecía extraña y difícil de captar” en imágenes. Pese a todo, se echó a la calle con su cámara y trató de rebuscar en el alma de su gente, de los comerciantes que ofrecen cualquier cosa a cada paso, de las mujeres que se encaminan al mercado. Intentó hurgar en el alma de una ciudad. Por ejemplo, en Ouakam, un barrio periférico absorbido por el crecimiento urbano, sus habitantes originales tratan de mantener a toda costa su identidad lébou. Y Elise se fue hasta allí para seguir con sus “retratos urbanos”, fotos, como se ha dicho, pobladas de gentes, pero siempre en un contexto, siempre contándonos una historia.
“Yo funciono a golpe de corazón, no sigo un esquema ni una línea prefijada”, dice Elise. Así que debió ser el corazón lo que la llevó hasta Rufisque, Pikine y Guédiawaye, donde comenzó a investigar el problema de las inundaciones, trabajo que ha sido premiado por Casa África en la Bienal de Fotografía de Bamako 2011. “Es un tema que tiene que ver con la gente y con la huella del hombre sobre el Medio Ambiente. El futuro del Planeta es algo que me interpela. Fue en 2006 cuando descubrí en primera persona este problema de las inundaciones”.
Y es que la ciudad que Elise retrata no es un lugar necesariamente amable. En los enclaves de la banlieu, aglomeraciones urbanas que han crecido de manera desorganizada muy cerca del mar, bastan cinco minutos de lluvia intensa para que se inunden calles y casas, pues el nivel freático está muy alto. Y el agua permanece estancada hasta seis meses, lo que atrae a la enfermedad y a los mosquitos. Todos los días, cientos de personas deben levantarse temprano para intentar secar sus casas, un esfuerzo cotidiano y agotador que no consigue eliminar un problema que se agravará aún más con la subida del nivel del mar y su avance tierra adentro.
La política, la emigración, los movimientos sociales también le atraen como objeto de su trabajo en tanto que actividad humana. Campañas electorales, manifestaciones, actos populares. Todo aquello que tenga que ver con el hombre y su lucha cotidiana por sobrevivir, por cambiar las cosas, por transformar, seduce a Elise Fitte-Duval y su particular enfoque. Una fotoperiodista que no se siente tal, una afroamericana de nacionalidad europea residente en Dakar, una artista inquieta que ha expuesto en Francia, en Sudáfrica, en Malí, en Senegal, Argelia o Marruecos, una mujer de pocas palabras, más segura tras el objetivo de su cámara, amante de la independencia, curiosa, decidida.
“Me interesan muchas cosas, es cierto. Pero creo que es de justicia retratar la vida cotidiana de los africanos. Fuera del continente existe una noción equivocada de que sólo tenemos violencia, pobreza o guerras. Y no es cierto”. El mensaje, siempre el mensaje en un mundo poblado, cómo no, de gente.
José Naranjo es un periodista grancanario que ha dedicado buena parte de su carrera profesional al continente africano. Finalista del Premio Debate de Reportajes 2006 por el libro Cayucos, ha recibido también los galardones Antonio Mompeón Motos de Periodismo 2006 y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española en 2007. Ha trabajado en tres periódicos canarios (Canarias 7, La Provincia y La Gaceta de Las Palmas), colabora con El País y codirige el portal GuinGuinBali. Actualmente vive en Dakar (Senegal).
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Un comentario
«CONGRATULAÇÕES»DESDE DE PEQUENO OUVIA FALAR DÁ AFRICA»E DÁ FOME QUE POR LÁ SE ARREBATAVA»HOJE FICO FELIZ APÓS 49 ANOS PASSADOS»DE VER QUE O MUNDO OLHA POR AFRICA».
PEACE È»♥»