Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Cómo ha contribuido el cambio climático a la crisis alimentaria de Madagascar

Cómo ha contribuido el cambio climático a la crisis alimentaria de Madagascar
Una balanza de bebé cuelga de la rama de un árbol durante una sesión de detección de malnutrición en Ifotaka, al sur de Madagascar. Imagen: RIJASOLO/AFP via Getty Image

La ONU ha anunciado que Madagascar está al borde de sufrir la primera «hambruna causada por el cambio climático» en el mundo. Decenas de miles de personas están sufriendo niveles de hambre «catastróficos». El científico especializado en riesgos climáticos, Chris Funk, nos ayuda a entender las causas.

¿Qué importancia ha tenido la sequía en Madagascar?

De los últimos seis años en Madagascar, cinco han sido temporadas de lluvias escasas.

Mis compañeros y yo pudimos seguirlo de cerca gracias a los datos de los pluviómetros por satélite que desarrollamos: el sistema de Precipitación Infrarroja con Estaciones del Grupo de Riesgos Climáticos (CHIRPS) para vigilar las sequías en regiones como el sur de Madagascar. Mi trabajo se ha centrado en la temperatura del mar entre Australia y Hawái (el Indopacífico) y en las repercusiones que tienen estas variaciones en el sur y este de África.

Nuestros datos sugieren que desde 2015, a excepción de las lluvias de 2018-2019, las precipitaciones estacionales (frecuentes de octubre a mayo en el sur de Madagascar) han sido escasas. Este período forma parte del 10 % de los años más secos desde 1981.

Otros datos sugieren que los últimos seis años también han sido excepcionalmente cálidos. Un aire más cálido puede retener más vapor de agua, lo que provoca un déficit de vapor. Estos déficits pueden agravar las sequías al secar la vegetación, puesto que el aire más seco extrae la humedad de las plantas.

Echando un vistazo a las temperaturas del mar Indopacífico, me llama mucho la atención lo extremas que han sido las condiciones desde 2014.

En el Indopacífico predominan tres tipos de fenómenos meteorológicos extremos: El Niño, La Niña y el dipolo del océano Índico. Todos ellos se producen cuando ciertas partes del océano se vuelven excepcionalmente cálidas. El Niño está influenciado por el Pacífico oriental; La Niña, por el Pacífico oriental, y el dipolo del océano Índico, por el océano Índico occidental.

Cuando se producen estos acontecimientos, los patrones de viento cambian para favorecer las lluvias intensas sobre cualquier región que sea extremadamente cálida. Estos cambios pueden, a su vez, alterar las condiciones de las lluvias en el este y sur de África.

Año tras año, desde 2014, han actuado, o bien La Niña, o bien El Niño, excepto de 2019 a 2020, cuando se produjo un dipolo del océano Índico excepcionalmente fuerte.

Esto concuerda con mi perspectiva sobre el hecho de que el cambio climático está aumentando la «volatilidad climática» al incrementar la frecuencia de las temperaturas extremas de la superficie del mar. Son precisamente estas temperaturas extremas de la superficie del mar las que crean estos fenómenos meteorológicos extremos.

¿Cuáles han sido las consecuencias?

Las reiteradas crisis de sequía han provocado un grave estrés en la vegetación.

Aunque no tengo experiencia como analista de seguridad alimentaria, la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna sigue muy de cerca la situación en Madagascar. Informan de que la producción de arroz, maíz y legumbres está por debajo de la media en las principales productoras de las tierras altas, así como en el este y sur de Madagascar. Además, la producción de yuca, un alimento básico, es muy escasa.

Nuestras imágenes por satélite lo confirman: las sequías han secado la vegetación.

En general, este tipo de estrés por sequía persistente debilita la capacidad de recuperación de los hogares pobres. También puede provocar un aumento de los precios de los alimentos.

La falta de lluvia se ha relacionado con el cambio climático. ¿Por qué?

En mi trabajo sobre los riesgos climáticos ha quedado claro que tenemos que identificar cómo y cuándo el cambio climático está agravando los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos.

Se desconoce la relación entre las condiciones de temperatura de la superficie del mar y las recientes condiciones de sequía en Madagascar. No obstante, la conexión entre el cambio climático y las temperaturas más extremas de la superficie del mar en el Indopacífico es bastante clara.

Nuestra investigación, que apoya la alerta temprana de hambrunas entre otras cosas, ha descrito cómo el cambio climático está amplificando la magnitud de las variaciones naturales, como El Niño y La Niña. Esto contribuyó al aumento de la inseguridad alimentaria en África oriental y meridional después de 2014.

De 2019 a 2021 hemos visto condiciones oceánicas excepcionalmente cálidas en el océano Índico y en el Pacífico occidental. Y, como ya se ha mencionado, un aire más cálido puede retener más vapor de agua, lo que provoca déficits.

En dos artículos recientes, uno centrado en un análisis global de la sequía y otro centrado en el este de África, argumentamos que estas temperaturas más cálidas han amplificado el impacto de los déficits de precipitación, especialmente en las regiones áridas.

Los datos del sur de Madagascar sugieren que durante muchas sequías recientes se ha producido un gran aumento de la demanda de agua atmosférica debido a unas temperaturas más altas del aire.

¿Cuál es la perspectiva de futuro?

El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que acaba de publicarse, sugiere un cambio climático persistente y a corto plazo similar a El Niño. Esto podría estar asociado a condiciones más cálidas en el océano Pacífico oriental, temperaturas más cálidas y sequías más frecuentes en el sur de Madagascar.

Sin embargo, mi punto de vista sobre la «perspectiva» es que debemos rechazar la idea de que el cambio climático es un proceso «externo». No hay ningún proceso físico que haga que todas las temperaturas de la superficie del mar y del aire se calienten lentamente a ritmos muy similares.

La energía se está acumulando en el océano y en la atmósfera y después converge en lugares específicos, creando un tiempo y un clima más extremos.

Creo que podemos pronosticar una continuidad en lo que está sucediendo actualmente. Seguiremos viendo un aumento de la volatilidad en el Indopacífico que traerá consigo fenómenos más frecuentes y graves de El Niño, La Niña y el dipolo del océano Índico. Además, las temperaturas del aire, mucho más cálidas, aumentarán la desecación durante las sequías y contribuirán a que las lluvias sean más extremas durante las tormentas y los ciclones.

Para responder a estos cambios nos apresuramos a desarrollar mejores sistemas de alerta temprana.

¿Qué otros países de África corren el mismo riesgo?

Mi competencia se centra en el sur y este de África, por lo que mis intereses también abarcan muchos de esos países.

En el sur de África hemos visto lo escasas que han sido las últimas temporadas de lluvia en Zimbabue. En el este de África, las condiciones meteorológicas provocadas por el cambio climático contribuyeron a las sequías en 2016-2017 y 2020-2021.

Pudimos prever esas crisis con meses de antelación basándonos, en parte, en unas temperaturas superficiales del mar Pacífico occidental excepcionalmente cálidas.

Ahora nos preocupa la posibilidad de que se produzca otra secuencia de lluvias escasas en el este de África entre 2021 y 2022. Las previsiones actuales son muy similares a las de los últimos años de sequía. Esto podría ser especialmente preocupante en Etiopía, donde las escasas lluvias han provocado un descenso en la recolección de productos agrarios. Las escasas lluvias, combinadas con el aumento del precio de los alimentos, los conflictos y la división política, han provocado niveles de crisis de inseguridad alimentaria.

También hemos demostrado en artículos recientes que en las regiones del este de África las estaciones secas se están volviendo todavía más secas en lugares áridos. Tanto el aumento de las temperaturas de la superficie del mar del Indopacífico como el aumento de las temperaturas del aire terrestre están aumentando el riesgo climático.

Pero no estamos indefensos.

Se están realizando grandes esfuerzos para aumentar la resiliencia. Por ejemplo, la empresa social Tatirano («recoger agua» en malgache) pretende aumentar la adopción de técnicas de recogida de agua de lluvia por parte de las comunidades. Me entusiasma la posibilidad de que las previsiones del Centro de Riesgos Climáticos fomenten las herramientas locales de apoyo a la toma de decisiones, como los sistemas de datos de Tatirano. Según este sistema, más de cuatro millones de personas que viven en la costa lo hacen sin acceso básico al agua potable, a pesar de vivir en zonas que reciben más de 1500 mm de lluvia al año. En las zonas más secas y áridas azotadas por la sequía, la recogida de agua de lluvia puede aumentar la retención de agua para la agricultura, al incrementar la cantidad de lluvia absorbida por el suelo. La recogida y el almacenamiento de agua de lluvia en la naturaleza a mayor escala (depósitos naturales de roca, por ejemplo) pueden ayudar a mitigar las precipitaciones más variables y aprovechar los fenómenos de precipitación extrema, que parecen ser cada vez más frecuentes.

Además, las mejoras en la alerta y la acción temprana, la gestión de los recursos hídricos, la red de seguridad y los sistemas de gestión de riesgos junto con el desarrollo agrícola ofrecerán vías para mejorar la resiliencia climática.

Artículo redactado por Chris Funk, publicado en inglés por The Conversation y traducido al español por Casa África.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *