Por Lindsey Chutel (Quartz). Con la desaparición de Fidel Castro, los líderes africanos de la liberación pierden a un amigo leal y a un héroe del pueblo.
Cuando África era un campo de batalla entre los poderes de la Guerra Fría, Cuba emergió como un aliado de los movimientos de liberación. Su implicación en el continente fue más allá de un simple alejamiento ideológico entre la derecha y la izquierda, convirtiéndose en una ayuda realmente provechosa: enviando soldados, médicos y profesores cuando el África poscolonial estaba, probablemente, en su momento más vulnerable.
Algunos críticos vieron el papel de Castro en el continente como un movimiento muy astuto. Un África poscolonial e independiente con tendencias socialistas reforzaría tanto a Cuba como al bloque liderado por la Unión Soviética. Muchas naciones africanas formaban parte del Movimiento de Países No Alineados en un intento de mantenerse fuera del conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
No obstante, los activistas encontraron en Castro un líder dispuesto a compartir su retórica incendiaria y su orientación práctica hacia la libertad en un tiempo en el que los africanos contaban con pocos aliados políticos. Esos líderes de la liberación se convirtieron en los fundadores del África moderna, y nunca olvidaron la ayuda que Cuba les brindó.
En imágenes en blanco y negro vemos a un Castro sonriente al lado de líderes como Kwame Nkrumah en Ghana, Augustinho Neto en Angola y Julius Nyerere en Tanzania. Su influencia también se puede percibir en el continuo combate y los discursos vehementes del líder de la independencia mozambiqueña, Samora Machel. Además, Cuba se convirtió en un hogar para todos aquellos jóvenes activistas africanos en el exilio.
En su propio país –y para muchos en Occidente– el régimen de Castro era visto como una represiva y decidida búsqueda de la revolución comunista sin importar el coste humano, aún siendo conocedores del gran impacto que sus acciones habían tenido en el curso de la Historia durante las seis últimas décadas. Sin embargo, muchos africanos han visto su liderazgo como una lucha por la igualdad y el desarrollo, y se han unido a él en culpar a las sanciones de las dificultades que padecía Cuba.
Fue probablemente el deseo de Cuba por luchar codo con codo con los africanos lo que le convirtió en una figura destacada en el continente. En 1975, cuando Angola se independizó de Portugal, se transformó en un lugar de refugio para aquellos movimientos de liberación que eran perseguidos en sus propios países: el Congreso Nacional Africano, la Unión del Pueblo Africano de Zimbabue y la Organización Popular de África del Sudoeste en Namibia.
Cuando el gobierno del apartheid, ayudado por Estados Unidos, atacó Angola, fue Castro quien acudió en ayuda de los africanos. Envió 36.000 soldados que lograron hacer retroceder a los militares sudafricanos mientras también entrenaban a guerreros africanos. Las tropas cubanas se quedaron allí hasta 1988, año en el que el apartheid de Sudáfrica aceptó retirarse y conceder la independencia a Namibia. El desafío de Castro a Estados Unidos fue visto por los luchadores por la libertad africana como un desafío al imperialismo y al neocolonialismo.
Nelson Mandela dijo en su día que cuando le fue comunicada la victoria cubana en Angola, la idea de un ejército no-blanco ganando la partida a un ejército blanco le dio esperanzas. Tras su puesta en libertad, Castro fue uno de los primeros líderes a los que Mandela recibió, acabando así con los rumores sobre su amistad con el entonces políticamente aislado Castro.
«Estamos siendo aconsejados sobre Cuba por aquellos que han estado apoyando el régimen del apartheid durante 40 años», dijo en una visita a La Habana en 1991. «Ningún hombre o mujer de honor se dejaría aconsejar jamás por personas que nunca se preocuparon por ellos en los tiempos más complicados».
Imágenes de archivo muestran cómo Mandela recibió a Castro con una amplia sonrisa y un fuerte abrazo. El parlamento sudafricano estalló en cánticos cuando este lo visitó, y Sam Nujoma, el presidente fundador de Namibia, le agradeció su ayuda para liberar a su pueblo. Incluso entre los africanos de a pie Castro continúa siendo un héroe, algo que queda bien reflejado por el hecho de que muchos bebés portan el nombre de Fidel o Castro.
No obstante, el apoyo de Castro a ciertos líderes africanos distanció a otros. En 1977, envió unos 15.000 soldados para respaldar la lucha de Mengistu Haile Mariam en Somalia. La involucración de Cuba obligó a Somalia a ceder el control de la región de Ogaden: un golpe para un ejército que creía que tenía la victoria a su alcance. Algunos somalíes siguen resentidos por este hecho.
El compromiso de Castro con África continuó tras la liberación del continente. El país sigue entrenando a médicos africanos y enviando allí a sus propios doctores. Cuando el ébola atacó a Liberia, Sierra Leona y Guinea, Cuba lideró la ayuda internacional mientras otros solo se inquietaban. Y esta relación probablemente persistirá aún tras la muerte del líder cubano.
[box]Este artículo se publicó por primera vez en inglés en Quartz y ha sido traducido al español por Casa África en colaboración con este diario. Traducción: Mónica Romero.[/box]
[google_plusone href=»https://www.esafrica.es» size=»tall» float=»left»] [twitter style=»vertical» related=»CasaAfrica» float=»left» lang=»es»] [fblike style=»box_count» showfaces=»false» width=»300″ verb=»like» font=»arial» float=»left»]