Compartimos desafíos con países cuyo desarrollo económico y demográfico pone en peligro, como en nuestro caso, los bienes y las vidas de los ciudadanos ante posibles erupciones volcánicas, por lo que es necesario hacerles frente juntos
En el artículo anterior, puse de manifiesto la importancia que tiene para Canarias la existencia del Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN). Hoy me atrevo a expresar la satisfacción que me produce hacerme eco del protocolo general de actuación suscrito el pasado 9 de julio de este año entre el Consorcio Casa África y el Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN), dependiente del Cabildo de Tenerife. Ya el 24 de marzo de 2023, en una publicación precedente que titulé “Volcanes y cooperación científica afrocanaria”, referenciaba que casi la mitad de los países africanos, 22 de 54, se caracterizan por ser territorio de volcanismo activo: Argelia, Cabo Verde, Chad, Camerún, Comoras, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Guinea Ecuatorial, Kenia, Libia, Mali, Madagascar, Níger, Nigeria, República Democrática del Congo, Ruanda, Santo Tomé y Príncipe, Sudán, Sudáfrica, Tanzania y Uganda. De ellos, compartimos espacio macaronésico con Cabo Verde y cercanía especial, al situarse en el área de África Occidental y el Sahel, con Mali o Níger.
Cuando digo que compartimos desafíos, hablo obviamente del hecho de convivir con volcanes activos, pero también de la circunstancia común, que se ha evidenciado con la última erupción en la isla de La Palma, de que el crecimiento poblacional y económico nos ha situado en el camino de esos volcanes y, por tanto, puesto en peligro a nuestros bienes y a nosotros mismos.
No sé si les resultará familiar el nombre de Nyiragongo. Se trata de un volcán congoleño que, como sucedió con su homólogo palmero, saltó a la primera página de los medios internacionales cuando se puso a lanzar gases y lava en el año 2021. No es un volcán cualquiera: también se trata de uno de los 16 Volcanes de la Década referenciado por la Asociación Internacional de Volcanología y Química del Interior de la Tierra, a raíz de la declaración de la Década Internacional para la Reducción de Desastres Naturales por la Asamblea General de Naciones Unidas. Tradicionalmente, no se prestaba mucha atención al Nyiragongo: sus erupciones no eran algo nuevo, aunque la explosividad no parecía especialmente relevante. Sin embargo, y en este siglo por el que vamos avanzando, las circunstancias están cambiando: el volcán se sitúa en una zona de la República Democrática del Congo densamente poblada y junto a una ciudad populosa, Goma, lo que vino a significar que el Nyiragongo causó la pérdida de más de 200 vidas y la destrucción de al menos el 15 % de esa urbe.
El crecimiento de la población y la expansión de las economías están incrementando la exposición de las personas, los bienes materiales y la capacidad productiva a los peligros volcánicos en todos los países o regiones del mundo donde existe volcanismo activo; por lo tanto, a aumentar el riesgo volcánico. África no es un continente ajeno a esta realidad, porque, tal como hemos dicho, 22 de los 54 países africanos se caracterizan por tener volcanismo Holoceno.
Además de erupciones con índices de explosividad volcánica relativamente bajos que suelen ser más habituales, en África también se debe considerar la existencia de un número de volcanes silícicos y calderas cuyas potenciales futuras erupciones, aunque menos frecuentes, pueden ser de una gran magnitud. Otra de las amenazas volcánicas a considerar en África está relacionada con los lagos volcánicos, algunos de los cuales tienen el potencial de liberar importantes cantidades de dióxido de carbono (CO2) de origen volcánico con repercusiones catastróficas como la ocurrida en el lago Nyos (Camerún) en 1986, que se saldó con la pérdida de 1746 vidas humanas.
Las erupciones han sido múltiples en los dos últimos siglos, desde Eritrea a Cabo Verde. La isla de Fogo ha vivido más de 20 erupciones en los últimos 100 años, lo que ha fomentado que INVOLCAN ha prestado singular atención, recomendando la elaboración de planes de emergencia para poder evacuar a la población y atenderla para evitar muertes y calamidades.
Otras erupciones históricas ocurridas en África, como las de Dubbi (1861) y Nabro (2011) en Eritrea, Monte Camerún (1999 y 2000) en Camerún, Karthala (2005) en Comoras y Pico do Fogo (1951, 1995 y 2014/15) en Cabo Verde, han puesto de manifiesto el impacto de la amenaza volcánica sobre las comunidades que habitan en la cercanía de estos sistemas volcánicos activos.
Los desafíos específicos a los que se enfrentan los países africanos al evaluar su exposición a la amenaza volcánica son el conocimiento generalmente limitado del historial eruptivo de los volcanes, las deficiencias o, en muchos casos, la ausencia total de programas operativos de vigilancia volcánica y la escasez general de recursos de las agencias encargadas de la gestión de peligros geológicos.
Es por ello que la comunidad científica y las directrices políticas a nivel internacional, a través de instituciones como la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Asociación Internacional de Volcanología y Química del Interior de la Tierra (IAVCEI), respectivamente, recomiendan la materialización de tres acciones específicas para contribuir a la reducción del riesgo volcánico en cualquier región volcánicamente activa: (1) zonificación del territorio en función de la peligrosidad volcánica con la finalidad de realizar un uso más racional del territorio expuesto a diversos tipos de amenazas volcánicas, (2) realización de un programa de vigilancia volcánica multidisciplinar que implique la aplicación de técnicas geofísicas, geoquímicas y geodésicas con la finalidad de mejorar y optimizar la detección de señales de alerta temprana de futuras y posibles crisis volcánicas y (3) desarrollo de planes de emergencia que permitan a la población saber qué hacer y a dónde ir en caso de una crisis volcánica.
La cooperación internacional con los países y geocientíficos africanos es clave para la reducción del riesgo volcánico en África. En esa línea de trabajo se encuentran los geocientíficos de INVOLCAN que durante los últimos 10 años han realizado trabajos de cooperación científica en 8 países africanos en el campo de la volcanología y geotermia, contribuyendo a la reducción del riesgo volcánico en Cabo Verde, Camerún, Guinea Ecuatorial y República Democrática del Congo.
Como consecuencia de las argumentaciones precedentes es por lo que creo que Canarias, con amplia experiencia, muy reciente, por cierto, con motivo de las erupciones en La Palma y en las proximidades submarinas de El Hierro, puede ser, en mi opinión, de inestimable ayuda. La cooperación internacional, además de apoyar a sistemas de salud y educativos o construir infraestructuras, también debe extenderse a la ciencia y al conocimiento y, en este caso en concreto, a reducir el riesgo de muertes y destrucción por erupciones de volcanes en nuestro continente vecino. Ya lo hacemos en Cabo Verde, Camerún, Guinea Ecuatorial y República Democrática del Congo.
Siempre hemos estimado que la cooperación internacional no debe limitarse, a mi entender, a apoyar el desarrollo de infraestructuras, sino que debe extenderse a la ciencia y al conocimiento. Los problemas específicos derivados de la actividad vulcanológica en África se pueden imaginar: escasa documentación sobre la historia previa, inexistencia o deficiencia en los sistemas de vigilancia y todo lo que tiene que ver con la escasez de recursos materiales y técnicos. Se sabe, también, que es necesario investigar para definir la utilización y ocupación del territorio expuesto al peligro de las erupciones, vigilar la actividad vulcanológica y, a raíz de todo esto, elaborar planes de emergencia para poder evacuar a la población y atenderla de tal manera que se eviten muertes y calamidades. Ahí podría ser de utilidad la experiencia de la vulcanología.
Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado en Kiosco Insular, Canarias 7 y Diario de Avisos los días 1, 3 y 5 de agosto de 2024.
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