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Semilla Negra – Programa 18: Voces para la diáspora africana

Semilla Negra – Programa 18: Voces para la diáspora africana
La cantante y compositora Marie Daulne, líder del grupo Zap Mama.
La cantante y compositora Marie Daulne, líder del grupo Zap Mama.

Signo de los tiempos, la mayoría de los ciudadanos europeos de raza negra tiene raíces africanas y algo igual ocurre, con similar perspectiva histórica, en América. Apenas en el último medio siglo, más de un millón de africanos han emigrado a Estados Unidos. Y buena parte de estas personas, ya europeas o estadounidenses de hecho, han sido las primeras en mirar hacia su continente de origen para intentar comprender la influencia que sus raíces tienen hoy en los comportamientos individuales y colectivos en sus lugares de residencia y trabajo. Con la emigración, que tiene casi tanta edad como la civilización, las músicas han sido mercancías de primer orden. Con la música han viajado la memoria del pueblo ausente, muchas de las señas de identidad familiares y, a la postre, cierta nostalgia de lugar. Y en los mejores casos de integración, las músicas de origen africano se las han arreglado de maravilla para mezclarse con estilos occidentales, del pop al electro, del jazz a la música de películas.

La cantante y compositora Marie Daulne, líder del grupo Zap Mama.
La cantante y compositora Marie Daulne, líder del grupo Zap Mama.

En una época marcada por el flujo constante de información, parte importante de la comunidad africana expatriada mantiene fuertes vínculos socioculturales con sus zonas de origen. Como viene ocurriendo desde los años 60, artistas de pedigrí africano saltan las fronteras y logran colocar sus canciones en listas de medio mundo. Al mismo tiempo, el interés de discográficas occidentales no ha dejado de aumentar ante este aluvión cultural protagonizado por generaciones nuevas de jóvenes africanos, y los artistas africanos más reputados mantienen una presencia estable en los escenarios occidentales. Pero hay dos fenómenos que llaman la atención en el universo de las músicas africanas: la combinación de dobles carreras artísticas, una dedicada a la exportación y otra al mercado interior africano; y el retrato contemporáneo de sus influencias cambiantes que no pocos artistas africanos o hijos de africanos plasman desde sus ciudades de residencia en Europa y América. Ellos ponen voz a la gran diáspora africana, la banda sonora de los africanos que viven fuera pero no dejan de ser africanos.

Vamos con dos casos sintomáticos, y además recientes. Hindi Zahra ha sido una de las sensaciones de la penúltima temporada de ritmos étnicos. Marroquí de 32 años, nació de padre francés y madre africana en Khouribga, una ciudad de 175.000 habitantes situada doscientos kilómetros al sur de Rabat, la capital de Marruecos. Hasta los quince años, Hindi Zahra se crió con su madre, actriz y bailarina, pero a principios de los años 90 se mudó a París con su padre, un antiguo militar. Empezó a trabajar como vigilante en el Museo del Louvre, y allí tomó contacto firme con la cultura y comenzó a escribir sus primeras canciones en su habitación. Con un ordenador portátil y un programa barato de grabación registró hasta medio centenar de canciones. Once de ellas fueron publicadas por los sellos Blue Note y EMI en el disco Handmade. Resultado: dos premios nacionales (Constantin y Victoires) al mejor álbum de músicas étnicas. Su pop de tercera generación, híbrido de Oriente y Occidente, tan bien brilla delante de públicos masivos como en espacios íntimos. Hasta Western Union, la firma de las remesas africanas, lo vio claro: Stand up animó su campaña promocional.

Contemporáneo de la cantante franco-marroquí, el caso de Baloji refleja otro oportuno encuentro de culturas, más bien de manifestaciones culturales. Hijo de congoleños y nacido en Lubumbashi, la segunda ciudad más importante de la República Democrática del Congo con 1,5 millones de habitantes, según censo de 2001. Con tres años, Baloji viajó a Ostende (Bélgica), en la antigua potencia colonial en los Grandes Lagos, para no volver atrás. Ya adolescente, en Lieja, encontró en el hip hop el terreno que buscaba para contar sus historias. Fundó el grupo Starflam, publicó seis discos y, a partir de 2004, lanzó carrera propia con una suerte de actualización moderna de la rumba zaireña. Baloji, que antes era conocido como MC Balo, ha publicado dos discos, Hotel Impala (2008) y Kinshasa Succursale. Es este último el hallazgo en clave de hip hop-soukous, pero que nadie se lleve a engaño. Baloji actualiza, revitaliza a veces, el sonido de la rumba africana, pero si su canción sin freno, atlética, es efectiva, mucha culpa recae en su reconciliación con las raíces. De hecho, su contagioso tema Siku you baabaye no es más que un digitalizado en color de un añejo éxito en blanco y negro: Independance cha-cha, de Grand Kallé y African Jazz en 1960.


Entrevistamos a Baloji en la pasada Fiesta Womad Las Palmas de G.C.

Sirvan estos dos ejemplos, recientes y muy recomendables, que nos revelan un panorama cambiante en las músicas africanas. Y un último apunte biográfico de otro caso singular de artista en las dos orillas. Marie Daulne era apenas una niña cuando su padre, de origen belga, fue asesinado en Isiro, su ciudad natal en el norte de la República Democrática del Congo. Su madre, de etnia bantú, logró escapar con sus hijas en avión hasta Kinshasa, la capital nacional; de ahí, al exilio en Bélgica, donde Marie Daulne se ganaría un hueco en el mapa de las músicas étnicas con Zap Mama. Este grupo, fundado a finales de los años 90 por la propia Daulne, Sally Nyolo, Sylvie Nawasadio y Sabine Kabongo, pronto concitó el interés por su sonido caleidoscópico, vibrante, confeccionado con las huellas de los cantos pigmeos africanos (y digo huella, porque Daulne no pudo aprender las lenguas tribales en su infancia belga, ya que su madre prefirió que sus hijas se centraran en aprender idiomas europeos) y no pocas influencias de la música electrónica que reinó durante los años 90. En esa década, Zap Mama entregó cinco álbumes, una discografía ampliada luego con el notable Ancestry in progress (2004), para mostrar al mundo que se puede ser africano y europeo al tiempo. Su gira más reciente, Zap Mama 20th Anniversary, está paseando la cosecha de música recogida en dos décadas de trayectoria, entre 1911 y 2011. Al escribir estas líneas, Marie Daulne actuaba en Moscú y San Petersburgo, ya con fechas confirmadas para regresar a los Países Bajos, su campo de acción.

Portada de 'Handmade', el primer disco de Hindi Zahra.
Portada de 'Handmade', el primer disco de Hindi Zahra.

En esta selección musical de la diáspora africana, junto a Hindi Zahra, Baloji y Zap Mama, rescatamos otras voces importantes de la comunidad africana expatriada o cantantes que, aunque siguen residiendo en sus países natales, han retratado en sus canciones el histórico trasiego de africanos hacia Europa y América. Abrimos música con Youssou N´Dour, quizá la voz más importante que ha cantado a los emigrantes africanos. En 1988 se publicó Immigrés, fotografía emocional de cuatro canciones sobre esos dilemas que afronta toda persona que se plantea abandonar su lugar natal. Maria João también sabe de la vida a distancia: esta hija de emigrantes mozambiqueños se ha convertido en una estrella del jazz en Portugal, aquí acompañada por el cantante brasileño Lenine. Más complejo es el caso de Natacha Atlas. Nacida en Bélgica, hija de un marroquí con raíces egipcio-palestinas y de una inglesa convertida al Islam, esta cantante poderosa primero formó parte del conjunto Transglobal Underground y, desde 1995, ha publicado nueve discos propios. De Halim (1997) rescatamos Marifnaash y, del posterior Ayeshteni (2001), la adaptación de I put a spell on you, escrito por Screamin’ Jay Hawkins en 1956.

De rock sabe mucho Rachid Taha, otro emigrante argelino que hizo fortuna en el París de los 90. Aquí adapta otro clásico del mejor rock de todos los tiempos, Rock the casbah, de The Clash, para nutrir esta excursión de Semilla Negra junto al marfileño Tiken Jah Fakoly, quizá la estrella más importante del planeta reggae africano; la portuguesa de origen mozambiqueño Mariza, referencia del fado contemporáneo; el grupo franco-argelinos Zebda, también presentes en el proyecto Motivés!; y artistas de las dos orillas como Aliaune Damala, el hijo de un emigrante senegalés en Estados Unidos y que con el sobrenombre de Akon ocupa lugar privilegiado en el hip hop americano con cuatro discos desde 2004.

Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.

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2 respuestas

  1. Supongo que esa doble combinación de carreras artísticas se debe a en parte a las compañías discográficas occidentales y a su política de un disco cada equis tiempo. Pongo el ejemplo de Tiken Jah Fakoly: crea su propio sello y estudio de grabación en Mali y publica en 2009 su disco “Radio libre”. Contaba en una entrevista que la espera se le hacía eterna y que pasaban cosas en su continente (como el golpe de estado militar en Guinea) que tenía que cantar/contar/denunciar (cosa que hace en su canción “Mon général”). Hablando de Guinea… http://www.youtube.com/watch?v=ArzgjUM8EQw

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